Hacerse trampas al solitario

| 2 FEBRERO 2016

Hay una cosa a la que siempre he tenido que acceder. Hacer “truchos”, o sea anuncios hechos ex profeso para ganar premios en festivales publicitarios. Nunca olvidaré la bronca que un día me echó –no sin razón- un cliente.

Era un mes de febrero y alguien le contó que nuestros creativos estaban pariendo (creativamente) unas creatividades para presentar a festivales. “Pruebas creativas arriesgadas”, le llamábamos eufemísticamente. La realidad es que no era otra cosa que intentar compensar un año creativo malo haciéndonos trampas al solitario. Suena estúpido, pero sigue haciéndose y a una velocidad de vértigo.

Pues bien, aquel personaje me espetó en la cara que le parecía una vergüenza que nos dedicásemos a hacer campañas falsas “financiadas” por los clientes que sí nos pagaban un generoso fee mensual. Y tenía razón. Tragué como un lavabo, eso no se olvida.

Pues no nada ha cambiado. Todos los años es lo mismo. Alguien en la planta noble toca arrebato y las parejas creativas se pasan las horas buscando en Google ideas (“referencias”, decimos) para hacer algo tan ingenioso como falso.

Es uno de los dramas de esta apasionante y denostada profesión. El ego, mirarse el ombligo hasta perder el conocimiento. ‘Matar’ por conseguir metales en El Sol o la luna, lo mismo da. Lo importante es poder sacar pecho y decir: “somos la agencia del año” (haciendo truchos, claro).

Lo difícil es ganar premios con campañas reales y productos complicados. Ahí te quiero ver, amigo. Pero no, es mejor que sigamos jugando a este juego. Y todo porque las grandes redes de agencias invierten un pastón en la inscripción de piezas en festivales. Eso hay que rentabilizarlo como sea, o sea con truchos.

Yo pensaba que tras el tsunami de la crisis íbamos a ser un poco más cuidadosos. Pero no. Queremos seguir haciendo chiquilladas pensando que el “profe” no nos ha visto. Así es muy difícil que algún día volvamos a ser lo que fuimos: una potencia creativa.

Así, desde luego, no lo creo.