Amiguitos, la otra casta

| 29 MARZO 2016 | ACTUALIZADO: 29 MARZO 2016 7:10

Un día conocí a un creativo muy cabreado con lo que él llamaba “amiguitos” en claro tono despectivo. Sí, se refería a todas esas personas embebidas de sectarismo que solo quieren adjudicar sus contratos a sus “amiguitos”. En algunos casos son gente con la que se coincidió profesionalmente, en otros casos son simple y llanamente oscuros negocios.

Esto no es una novedad. Vivimos en un país donde se penaliza o se premia –no pocas veces- en función de la amistad y no tanto de la profesionalidad. Eso pasa en los concursos publicitarios, en la producción televisiva y en todo en lo que se mueva pasta.

«No os voy a dar nombres pero si rebuscáis veréis –¡oh casualidades de la vida!- cómo determinadas empresas adjudicatarias son sospechosamente premiadas en publicidad, cine o televisión».

En algunos casos hay quienes procuran disimular su “amiguismo” enfermizo incluyendo en las ternas a posibles candidatos, lo más parecidos a convidados de piedra. Son empresas, agencias o lo que sea, que son vilmente utilizados para al final adjudicar lo que sea (campaña o producción audiovisual, etc) a los “amiguitos”.

Como diría uno, es una especie de “casta” institucionalizada donde los nuevos no tienen arte ni parte. Es un lobby, que se reparte el pastel mientras el resto hacen un ridículo papel de comparsa. Y todo esto con la aquiescencia de los jefes, que por no complicarse la vida y no ganarse enemigos prefieren mirar para otro lado.

Algunos estarán deseando que diga quiénes están en ese grupo. Las pruebas en eso no es como CSI. La huellas dactilares están ahí, la hemeroteca es infalible, y toda la escena del “crimen” no deja dudas de que algo raro ha sucedido. Sobre todo cuando determinadas empresas son premiadas año tras año.

Dicen que la mierda siempre sale a flote, el problema es cuando los jefes prefieren no verla. Pero todo acaba saliendo, y antes se pilla a un mentiroso que a un cojo. Nunca antes habíamos visto a tanta gente de presunta reputación sentada en el banquillo. Incluido el consorte de una infanta.

No os voy a dar nombres pero si rebuscáis veréis –¡oh casualidades de la vida!- cómo determinadas empresas adjudicatarias son sospechosamente premiadas en publicidad, cine o televisión. Basta con hacer un listado para darse cuenta de que los “amiguitos” son casualmente siempre los mismos…

Mientras a unos no les caben los trozos de tarta, otros deben dar las gracias por la migajas que caen de la mesa de contratos millonarios.

Es lo que hay. Eso sí que es casta.