La ONU acusa a las compañías de combustibles fósiles de desinformar para obstaculizar la transición energética
El tránsito de un modelo intensivo en contaminación de carbono a otro basado en energías más limpias está sujeto a una guerra cultural financiada por las empresas que más tienen que perder en esa evolución. Esa es la conclusión de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cuyo secretario general adjunto Selwin Hart ha hablado recientemente de «una campaña masiva de desinformación».
Según el dirigente, ese esfuerzo por influir en la opinión pública para desacreditar la necesidad de cambiar el paso en las políticar energéticas se basa en argumentos interesados como que «es demasiado difícil y es demasiado caro». Todo ello en un contexto en el que el mundo nunca ha estado mejor preparado para afrontar el problema porque «las energías renovables son más baratas que nunca y el ritmo de transición está acelerando».
Hart apela a esa aparente contradicción para explicar cómo acciones impulsadas por compañías del sector estarían contribuyendo a que la crisis climática pierda empuje en la agenda de algunos líderes mundiales. Esa narrativa en contra tampoco iría en consonancia con la mayor encuesta jamás realizada sobre la crisis climática, a cargo de la propia ONU y publicada en junio.
Según ese estudio, la mayor parte de las 75.000 personas participantes se muestran favorables a una transición lo más rápida posible hacia un modelo más sostenible. Los datos son especialmente elevados en China o India, los mayores productores de carbón del mundo, con un 80% y un 76% en cada caso.
La cifra menos contundente la aporta precisamente EEUU, con un 54% a favor que muestra la intensidad del debate interno al respecto en el mayor productor de petróleo y gas del planeta. De hecho ese dato palidece ante el 75% de Arabia Saudí, cuya producción de petróleo le acredita como el segundo mayor actor nacional del segmento, aunque es mayor que el 16% de Rusia o el 43% de Irak.
Otro aspecto clave del asunto es la capacidad que las compañías de combustibles fósiles tienen para influir en la agenda a través de su gasto publicitario. En mayo el secretario general de la ONU Antonio Guterres llamó por primera vez a una prohibición global y completa de su capacidad para promocionarse, tal y como sucede en algunos países con la industria tabaquera.
Hasta la fecha quien ha ido más lejos en ese ámbito es Francia, que en 2022 vetó los anuncios vinculados al petróleo o el carbón como parte de una nueva ley climática. Los ecologistas se quejaron entonces de que el texto no afectaba al gas natural, y dejaba huecos a esas compañías para seguir promocionándose a través del patrocinio de competiciones y otras circunstancias.
En todo caso ese ejemplo está sobre la mesa en Canadá e Irlanda, que están debatiendo medidas legales similares, mientras que ciudades como Amsterdam y Edimburgo han aprobado sus propias prohibiciones locales. La tendencia también está calando en medios, ya que The Guardian no acepta planificación de ese tipo de empresas desde 2020, y en agencias. En este último caso destaca el grupo Clean Creatives, formado por unas 1.000 en todo el mundo, que rechazan trabajar para esa industria.