Cuando las barbas de Bankia veas cortar…

| 8 OCTUBRE 2015 | ACTUALIZADO: 4 MARZO 2024 13:38

El juicio a Rodrigo Rato ha puesto en sospecha al mundo de la publicidad. Dos grandes agencias del mercado publicitario –Publicis y ZenithOptimedia– aparecen en los papeles como protagonistas de una operación donde (presuntamente) ha habido un importante desvío de dinero.

El secreto de sumario dejó de serlo (al menos buena parte) hace tiempo, tal y como ya ha ocurrido con casos similares. Sabemos que hay dos imputados por parte de ambas agencias (Xavier Olazábal y Candi Rodríguez), pero hay otros dos tapados cuyo nombre aún no ha trascendido a los medios.

Pero no seamos fariseos. Esto que hoy vemos –la punta del iceberg- lleva pasando toda la vida en sectores sensibles como el inmobiliario, la construcción, las telecomunicaciones, etc. Está claro que tener una buena agenda de contactos te abre puertas y contratos imposibles para la mayoría de los mortales. ¿O de qué si no que Carat contratase en su día a Miguel Ángel Rodríguez (MAR) o que Young & Rubicam fichara a Miguel Barroso (sin ninguna experiencia conocida en el mundo publicitario), marido de Carme Chacón? Pero ese no es el problema, no. Lo más grave es cuando los que participan en ese tipo de operaciones se enriquecen ilegalmente.

Todas las grandes agencias de este país tienen consejos asesores con personajes influyentes en el mundo de los negocios… y de la política. Quizá hasta ahora unos y otros habían hecho la vista gorda, entre otras cosas por aquello de “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”.

Realmente no sé qué decidirán los tribunales, pero todo esto huele a podrido. Rato lo niega todo (¡qué va a decir!), pero ya han salido personas de su entorno dejando claro que fue él quien dio las instrucciones para adjudicar la cuenta de Bankia a esas agencias. Lo que me parece curioso es que el único que ha pagado el pato es Alberto Portuondo, presunto testaferro de Rato, entre rejas desde hace ya tres meses.

Pilar Trucios, en ese momento directora de Comunicación de Bankia, ya ha dejado claro que se negó a participar en semejante despropósito. Su lugar lo ocupó la secretaria personal del ex banquero, Teresa Arellano, quien al parecer medió a favor las citadas agencias aprovechando su cargo de coordinadora de Presidencia. Todo apunta a que esta mujer tiene mucho que contar y cantar.

Lo que ha ocurrido con Bankia debe ser un mensaje para navegantes. La Administración Pública va a tener que ser mucho más escrupulosa en las adjudicaciones de contratos donde todos quieren meter el cucharón. Y la publicidad es un puchero muy sabroso y tentador. Tan sólo basta con no formar parte del juego y ser ético. Como hizo Trucios.