Iñaki Gabilondo: «No se puede no pagar por la información»

| 19 NOVIEMBRE 2018 | ACTUALIZADO: 20 NOVIEMBRE 2018 9:43
Telmo Avalle

Hace tiempo que Iñaki Gabilondo escudriña el mundo para tratar de contar en primera persona lo que se viene. Cuanto más pregunta, más dudas le surgen. Pero si hay algo que tiene claro a estas alturas de la historia es que el cambio por venir ya está pasando, pese a quien pese.

El periodista continúa con su serie de reportajes en ‘Cuando ya no esté’, o el recién estrenado ‘La vida atrás’, ambos en Movistar +. Entretanto, conversamos con él tras la celebración del XII Encuentro de Tendencias Omnicom acerca de la realidad del periodismo y la firmeza de sus estructuras.

Ha comentado que en la sociedad actual conviven el escepticismo y la credibilidad más absolutas. ¿Cuál es el grado de responsabilidad de los medios?

Evidentemente mucho. Pero no sólo por parte de los medios de comunicación. Tiene que ver con la forma de vivir actual, con la búsqueda de la rentabilidad inmediata. Todo esto está infantilizando un poco a la sociedad. Pero claro, los medios de comunicación, las fake news y las mentiras están contribuyendo a crear un grado de escepticismo grande en la sociedad. Y en todo esto tiene mucho que ver ese juego de ofrecer productos de mucha superficialidad sin contenido alguno.

Es de sobra conocido que la prensa ha perdido a la mitad de sus lectores en la última década, pero en los últimos años también asistimos a una desbandada de los oyentes en radio y de los espectadores en televisión. Está claro que aquí está pasando algo.

Está pasando en todo el mundo, donde no hay ningún sector que no esté temblando. Lo que pasa es que es muy difícil interpretar esta brecha cuando estamos en medio del terremoto. Todos sabemos que el mundo está viviendo una fortísima convulsión, pero es muy complicado diagnosticar casi nada, salvo el propio movimiento del terremoto. Hay un mundo que se está muriendo y otro que está naciendo, y lo estamos viendo en el estertor con todas estas sacudidas.

¿Resistirá el periodismo las exigencias de la readaptación continua?

Sin duda. No sé si resistirán las estructuras empresariales que lo han sostenido hasta ahora; es probable que se fabriquen unas nuevas. Dependerán de su capacidad para transformarse. No sé si en un futuro existirán The New York Times, Le Monde o El País, pero nacerán otras realidades que a lo mejor están construyendo ahora tres chicos en Alabama o en Burgos. Pero indistintamente el periodismo será una nave que seguirá navegando, lo que no sé es por dónde.

«Los directores de comunicación no pueden ser solo unas personas que reciban unas instrucciones predeterminadas con unos mensajes predeterminados para que ellos lo conviertan en ese alimento digerible».

Pero para construir estas estructuras hace falta inversión, algo que choca con la decisión de muchos medios de mantenerse en el cuartel de invierno.

Pues tendrán que ir saliendo del cuartel de invierno, porque sino algunos morirán y otros sobrevivirán. Es como lo que está pasando con la industria de automóvil. Es evidente que está llamada a vivir una fuerte sacudida, pero lo que vaya a pasar no lo sabemos.

Antes comentaba que la participación del director de comunicación en la toma de decisión de la compañía está relacionada con la verdad.

Porque el resultado de este infantilismo del que hablo ha producido finalmente un resultado de gran desconfianza, y por tanto las vías de acceso de la publicidad y el marketing a través de filigranas sinuosas ya no van a funcionar como no tengan verdad dentro, porque la gente las desenmascarará. Y por eso los directores de comunicación no pueden solo unas personas que reciban unas instrucciones predeterminadas con unos mensajes predeterminados para que ellos lo conviertan en ese alimento digerible. Van a tener que participar en ello. Porque como no lo hagan no van a poder estar en las tripas del mensaje, que se fabrica ya en la verdad y la lógica del producto. Es por eso que en algunas de las empresas más importantes de España su dircom forma parte del consejo de administración. El mensaje está en la madre del producto, que tiene que nacer con sentido, utilidad y valor.

Hace un tiempo habló con Martin Baron, de The Washington Post. ¿Le dio la impresión de tener las cosas más claras que aquí?

El periodismo norteamericano tiene algunas cosas más claras que el periodismo español. Para empezar tiene un sentido de la independencia absolutamente fuera de duda. Los  editores tienen un camino y la redacción otro; pueden estar siguiendo una línea editorial completamente opuesta al pensamiento de la propia información. Allí tienen bastante clara la necesidad de modernizar el periodismo, pero sobre las bases de toda la vida. Es decir, que la independencia, la verdad y la autenticidad siguen siendo la clave del mismo. Así que uno puede disfrazarla haciendo cualquier tipo de pirueta, pero el mensaje y la carga de fondo de verdad es lo que sustenta el periodismo. Y eso lo tienen metido en el alma los periódicos  los lectores.

Quizá también influya el haber logrado que la idea de pagar por el contenido cale.

Eso está fuera de toda duda. El que no lo ha hecho lo tendrá que hacer, porque no se puede no pagar por la información. La información es un producto caro, y la buena lo es aún más.

«Los medios de comunicación, las fake news y las mentiras están contribuyendo a crear un grado de escepticismo grande en la sociedad. Y en todo esto tiene mucho que ver ese juego de ofrecer productos de mucha superficialidad sin contenido alguno».

Cuando hoy por hoy sintoniza la radio, ¿cree que se está transformando correctamente?

Como todo, muy despacio y quizás más de lo que yo quisiera. Creo que no estamos a la altura del desafío. Estamos oliéndolo pero no vamos en la línea. Pero como en todos los casos, no está más retrasada que el resto de la sociedad.

¿Por dónde van los tiros de  la reconversión radiofónica?

Suelo decir «dime cómo va a ser la sociedad y dame cinco minutos, entonces te diré cómo será la radio». La radio se adapta como un guante a los cambios sociales. No sé como va a cambiarlo, pero se adaptará.

¿Hasta qué punto debe preocuparnos el cariz que está tomando el fenómeno de las fake news?

Bastante. Sobre todo porque se ha convertido en una industria. No es solo un efecto indeseable en medio de todo el barullo. Hay gente que ya ha descubierto que las nuevas posibilidades que brinda Internet son imponentes para colar mercancía averiada.