Alerta por el coronavirus: los expertos aconsejan cómo comunicar ante esta situación

| 2 MARZO 2020 | ACTUALIZADO: 11 MARZO 2020 15:25

Uno de los principales focos de información de este 2020 se está centrando en todo lo que tiene que ver con el Covid-19, comúnmente conocido como coronavirus.

La falta de información desde el país de origen del brote -China-, y la sobreexposición informativa desde los medios de comunicación, han provocado que en algunos puntos del globo se haya creado un estado de alarma social.

Ante esta situación, varios expertos en comunicación especializados en materia de salud han explicado a DIRCOMFIDENCIAL cómo se debe abordar una crisis sanitaria de alcance global.

Pedro Cano, CEO de la agencia especializada Berbés, apunta que «los medios de comunicación precisan de los Gobiernos e instituciones públicas información fiable. Es necesario apoyarse en las pautas y recomendaciones de las autoridades sanitarias europeas (Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades, ECDC, Comisión Europea) e internacionales (Organización Mundial de la Salud) y actuar en línea con ellas, para dar sensación de unidad y trabajo en equipo».

«Los medios precisan también, en la medida de lo posible, inmediatez, aunque los tiempos de los medios y de las instituciones, especialmente cuando se trata de asuntos de salud, no son los mismos. Es muy práctico contar con un portavoz fiable e identificable. Un técnico, no un político«, añade. En el caso de España, esta siendo muy aplaudida la labor informativa de Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad desde el año 2012

Las infecciones por coronavirus suelen cursar con fiebre y síntomas respiratorios (tos y disnea o dificultad para respirar). En los casos más graves, pueden causar neumonía, síndrome respiratorio agudo severo, insuficiencia renal e, incluso, la muerte.

En opinión de Carlos Fernández-Villaverde, director asociado y responsable del Área de Asuntos Públicos de Planner Media, apunta que «hoy por hoy, la información se transmite a mayor velocidad que una epidemia. Pero cuando hablamos de salud, hay algo que se extiende aún más rápido que la información: el miedo«.

«El problema es que hay ocasiones en las que da la impresión de que algunos organismos “temen” más las consecuencias de no haber comunicado, informado o anticipado apropiadamente los efectos de una posible pandemia que a estos en sí. Los gobiernos deben contribuir a generar un estado de calma y evitar que el pánico no se apodere de la sociedad», añade.

«Están comunicando bien sobre el número de casos pero faltan mensajes tranquilizadores a la población sobre todo lo demás».

Àngels Garriga, de la agencia Punta Alta, aconseja que «lo más recomendable es siempre analizar el nivel de alerta en que nos encontramos y valorar la respuesta que hay que dar en consecuencia. Desde Punta Alta, creemos que tanto medios de comunicación como Gobiernos deberían ser más conscientes y responsables del compromiso que tienen en este tipo de situaciones de alarma social. Todos los años, la gripe afecta de forma importante y no se cancelan congresos, ni se cierran fronteras ni se anulan reservas de viajes… Por ejemplo en el 2018 la gripe provocó casi 800.000 casos, 52.000 ingresados y 15.000 muertos en nuestro país».

«La alarma social que se está generando entre la opinión pública, y que se va amplificando por los medios de comunicación, en torno al coronavirus, probablemente acabe generando muchísimos más costes económicos que los que generará el tratamiento del coronavirus por los sistemas sanitarios», añade.

Dese el punto de vista de Carlos Mateos, coordinador del Instituto #SaludsinBulos, considera que «se debería trabajar más en combatir la desinformación. Están comunicando bien sobre el número de casos pero faltan mensajes tranquilizadores a la población sobre todo lo demás: medidas preventivas, posibilidades de curación, evolución prevista de la epidemia, etc.».

En lo que se refiere a la transparencia en el mensaje, el CEO de Berbés cuenta que «la comunicación debe basarse en la transparencia, pero hay límites. No sólo en el contenido, sino en los tiempos. No hay que olvidar que la prioridad en un caso como éste es salvaguardar la salud pública y evitar crisis secundarias derivadas de la alarma social».

Respecto a la gran cantidad de información que llega a los ciudadanos desde distintos canales, Fernández-Villaverde afirma que «no siempre los mensajes de unos y otros coinciden, contribuyendo a generar un estado de desinformación (en algunos casos, de alarma) y ofreciendo a la sociedad una imagen de descrédito del sector sanitario».

En los primeros días de enero de 2020 se notificaron los primeros casos de neumonía, en ese momento las autoridades informaron de la identificación de un nuevo tipo de coronavirus. La segunda semana de enero se confirmó la primera muerte causada por este tipo de neumonía, y hasta ahora, la cifra ha ascendido a 2.718 muertos en China (2.763 en todo el mundo).

Fernández-Villaverde asegura que «ocultar información relacionada con la salud pública no sólo no es efectivo, sino que puede convertirse en la peor de las crisis. Para eso es fundamental contar con los mayores expertos en comunicación de salud. Es realmente complicado rebajar el lenguaje técnico y sintetizarlo de manera que la información sea accesible a toda la población».

Sobre este tema, Àngels Garriga afirma que «en general, comunicar toda la información que se tiene no suele ser positivo, pues puede generar confusión y desinformación en el ciudadano o la opinión pública».

«Los bulos sobre temas de salud se combaten con información entendible y divulgativa, al alcance de todos. Nuestra recomendación sería el desarrollo de un portal con información práctica, clara y entendible para la población, elaborada por profesionales de la salud y comunicadores de la salud. Este debería estar constantemente actualizado, para dar respuesta a todas las dudas de la población. El objetivo es que se convirtiera en el portal de información de referencia al que remitir», añade.

El coordinador del Instituto #SaludsinBulos cuenta que «la información contrastada debe facilitarse pero siempre en su contexto. Si sólo se cuentan el número de infectados y fallecidos sin hablar de las tasas de contagio y mortalidad de la gripe común, sin discriminar en los mensajes a los grupos más vulnerables y sin consensuar la comunicación con las sociedades científicas y los colegios profesionales se puede favorecer el alarmismo», añade.

Fernando Simón, portavoz sobre la actualidad del Coronavirus y director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad

Para combatir los bulos, Mateos apuesta por tener «información, educación y coordinación. En primer lugar dado toda la información posible, en un lenguaje sencillo, con apoyo audiovisual, en todos los canales y en todo momento. Por otro lado educando a la población para ser críticos con la información que les aparece por Whatsapp, redes sociales y webs sin contrastar». 

Centrándose en los bulos y la desinformación, Cano asegura que «en los casos de crisis de salud pública los periodistas especializados y los medios de comunicación saben que tienen un plus de responsabilidad. La clave es contar con los informadores como aliados».

Ante este desconcierto, la FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas de España) ha hecho un llamamiento a los medios sobre el coronavirus. «Para que informen con rigor y datos reales, verificados y contrastados sobre este problema, sin recurrir a enfoques amarillistas o sensacionalistas que solo pueden crear situaciones de miedo generalizado. Igualmente, a las administraciones, ya sean estatales como autonómicas, y a los responsables de los centros médicos que informen con puntualidad y transparencia».

La relevancia de las redes sociales

A día de hoy, las redes sociales ejercen una función de altavoz, y los expertos también valoran el impacto que puede tener ante una crisis de este tipo. Cano señala que «la presencia de las redes sociales en este tipo de crisis es necesaria e inevitable. También hay que contar con perfiles de referencia».

Por su parte, el director asociado y responsable del Área de Asuntos Públicos de Planner Media asegura que «las redes se han convertido en el principal propagador de la información, pero, a la vez, de la desinformación. Un tuit anónimo, sin contrastar, puede convertirse en viral y generar un estado de alerta muy poco deseable».

En su caso, Garriga señala que «tienen un papel fundamental en casi todas las crisis, ya que establecen un canal de comunicación rápido y eficaz con la población, pero hay que saber utilizarlas y hay que tener un buen plan de abordaje en función de las redes sociales con las que se elija trabajar, para que su inmediatez no se vuelva en nuestra contra. Contar incluso con el soporte de algunos perfiles oficiales que ya cuenten con un gran volumen de seguidores, como son por ejemplo, los de los cuerpos de seguridad del estado, puede ayudar a los gobiernos a trasladar mensajes de calma, a redirigir a la población a información veraz, e incluso a ayudar a desmentir bulos y a bajar así el nivel de alarma».

En opinión de Carlos Mateos, «las redes elevan el nivel de alarma exponencialmente porque todo el mundo que está en ellas aporta su punto de vista, aunque sea erróneo, y es muy fácil subir y viralizar un contenido engañoso, con una foto o un vídeo manipulados o simplemente con un meme, un contenido basado en el humor pero que puede tener una carga ideológica importante para generar alarma».

Las recomendaciones habituales para no propagar la infección con estos virus son la buena higiene de manos y respiratoria (cubrirse la boca y la nariz al toser y estornudar) y la cocción completa de la carne y los huevos. Asimismo, se debe evitar el contacto estrecho con cualquier persona que presente signos de afección respiratoria, como tos o estornudos.

Respecto a la alarma que se ha generado a nivel mundial, desde Berbés apuntan que «es posible contener la alarma, pero en casos de enfermedades desconocidas, con muchos afectados, como es el caso del coronavirus, es difícil hacerla desaparecer por completo. La alarma social se genera cuando este tratamiento, o la desinformación, están generalizados».

Pese a la alta tasa de contagio, el nivel de mortalidad es muy bajo, según la Organización Mundial de la Salud, la proporción de fallecidos por el virus en Wuhan (China) oscila entre el 2 y el 4% y, fuera de Wuhan, es del 0,7%.

Por ejemplo, frente a los 2.705 fallecidos de los 80.350 contagiados, en la última campaña de España (2018-2019) hubo 6.300 muertes que se atribuyeron a la gripe de los 525.300 casos, según los datos del Centro Nacional de Epidemología del Instituto de Salud Carlos III. Una tasa del 1,1%.

«Ocultar información relacionada con la salud pública no sólo no es efectivo, sino que puede convertirse en la peor de las crisis».

Fernández-Villaverde argumenta con un ejemplo muy reciente, «la OMS ha declarado, hace unos días, que es muy probable que en unas semanas la crisis del coronavirus se convierta en una pandemia. Esto se propagó como la espuma, generando una suerte de psicosis colectiva, en la que gentes de diversos países se lanzaron a las calles a por mascarillas y guantes, acabando con las existencias de este tipo de productos sanitarios, necesarios para otras patologías y que, además, no sirven para evitar el contagio. El problema es que la inmensa mayoría de la población no sabe qué es una pandemia -un término que suena apocalíptico-, y no es más que algo que todos ya sabíamos, porque estaba sucediendo: que la epidemia se iba a extender a varios países». 

Mateos concluye que, para que no cunda el pánico en la población, hay que tener información constante, «coordinada con sociedades científicas, asociaciones de pacientes, autoridades locales y apoyo audiovisual que permite viralizar la contestación a dudas y bulos. Si desde una parte sólo se dan cifras y desde la otra se aportan memes con humor y emoción la batalla empieza a ser desigual».