¿Qué pueden hacer los datos por la posverdad?

| 2 MARZO 2017 | ACTUALIZADO: 3 MARZO 2017 11:29

En tiempos de la llamada ‘posverdad’, donde los hechos objetivos influyen menos en la opinión pública que las emociones, ni siquiera los datos permiten en muchos casos discernir lo que es cierto de lo que no. Ante un periodismo supeditado a contenidos no siempre de tipo informativos, Silvia Albert, directora de Wellcomm, se pregunta en un informe acerca de las perspectivas de comunicación en 2017 ¿qué pueden hacer los datos por la verdad?

«Los datos son en sí mismos una mina interminable pero que, para que la mina sea realmente útil, deben saber ser comprendidos, analizados, manejados, interpretados… perfiles profesionales mucho más potentes, mucho más formados, mucho más colaborativos que a los que estamos acostumbrados aunque para ello haya que esperar un tiempo a que sean más que una quimera», expone Albert. Tanto en estas líneas como en el resto del informe – de 64 páginas- se envía un aviso a navegantes: o la comunicación se pone manos a la obra en el negocio del Big Data o desaparece.

Como primera respuesta a esta pregunta, Daniele Grasso, periodista de datos de El Confidencial, opina en este informe que «lo importante de que se esté hablando de posverdad es que ahora tenemos la necesidad de poner límites al problema, porque hasta el momento no teníamos un marco de referencia, aunque se lleva décadas hablando de ella. Algo tan sencillo como que las tertulias de fútbol basan su éxito no en los datos, ni en los hechos, sino en opiniones, y tienen máxima audiencia pese a estar basadas en la nada más absoluta».

Pero, en lo que a Big Data se refiere, es cierto que pese a todas las herramientas de análisis informático y capacidades que disponen a día de hoy los profesionales de la comunicación, muchas decisiones se siguen tomando en base a la intuición o a la experiencia. Esto, según sostiene Amalia Blanco, directora general de Comunicación de Bankia, es como trabajar medio a ciegas. «En la ecuación de la gestión de nuestro día a día, el dato ha cobrado un creciente protagonismo, pero la discusión clave está, más que en los datos, en cómo utilizarlos». La aplicación del Big Data no debe hacerse a la ligera y sobre cualquier acción, sino que requiere cierto análisis, planificación y comparación de fuentes para garantizar su eficacia.

«Si el Big Data está ayudando a la transformación de nuestros negocios, procesos y organizaciones y a nuestras relaciones y conversaciones con clientes, resulta lógico pensar que va a ser parte determinante también de nuestra industria, la comunicación y la reputación, y su ecosistema», prescribe Blanco.

El segundo ejemplo, que corre a cargo de Anabel Santos, directora de marketing y comunicación de Finizens, también enmarca el Big Data como una oportunidad para la profesión y no como un problema. Según su planteamiento, esta tecnología permite controlar el mensaje en un entorno -el de Internet y las redes sociales- donde los canales se han multiplicado exponencialmente y los mensajes que se propagan son asimétricos.

Para Santos «hay dos áreas en las que podemos fijarnos: por un lado, en cómo los medios de comunicación están incorporando esta tecnología (a través de los datos detectan qué es noticia y para quién, elaboran contenido y lo cruzan con temas y cuestiones anteriores que enriquecen el resultado); y, por otro lado, en el uso en marketing de la publicidad programática». También en este punto se recomienda no perder la cabeza por los datos, puesto que también es importante dotarles un significado y saber aprovecharlos.

«Lo importante de que se esté hablando de posverdad es que ahora tenemos la necesidad de poner límites al problema».

Pero no todas las opiniones sitúan el futuro de la profesión en los datos. Virgina P. Alonso, adjunta a la dirección del diario Público, también ha colaborado en este informe aportando su visión acerca del presente y futuro de la profesión. Desde su perspectiva, es cierto que los datos dan una pauta a la hora de probar distintos formatos, pero «no debe decidir qué contar» ni «ayuda a saber cómo contarlo».

Del mismo modo, Alonso considera que Internet ha fulminado todos los géneros periodísticos salvo, quizá, la crónica y la entrevista. «La forma en que actualmente se elabora la información obliga a que la noticia, si lo es de verdad, esté viva continuamente, se da tuit a tuit en directo». Aquí la cuestión que se abre, opina, tiene que ver sobre cuál es el grado de consciencia que tiene el lector acerca de si lo que está leyendo comprende todo lo que se sabe sobre un tema. «Cuando esa información se cierra, nuestra obligación es que esté todo terminado, periodísticamente completo y contextualizado. De ahí nacen nuevos géneros en noticias de alcance, como aquellas informaciones que, bajo el título “lo que sabemos hasta ahora acerca de tal cosa”, van recapitulando los datos ciertos sobre un determinado evento aun cuando éste no ha terminado».

Por último, la adjunta a la dirección de Público subraya que el Big Data ayudará al periodista, pero en ningún caso lo sustituirá. «Puede haber un buen algoritmo que vea miles de datos y resalte lo que a su juicio “canta” para que nos preguntemos “por qué”, pero sin buenos ingenieros y buenos periodistas que trabajen juntos, sin experiencia periodística para, primero poner el foco en un determinado tema/dato y luego contextualizarlo, será imposible que una máquina sepa que ahí hay una historia, y qué historia hay ahí», concluye.