Alfredo Urdaci: Relato y realidad

| 24 DICIEMBRE 2017 | ACTUALIZADO: 24 DICIEMBRE 2017 15:22

Ya están aquí de nuevo. Asoman su hocico de topos desde los agujeros abiertos en la tierra por la granizada de las últimas elecciones catalanas. Son los gurús del relato. No proponen ningún cuento, pero atribuyen el éxito o el fracaso a la articulación y difusión de narraciones hipnóticas capaces de crear un sentimiento colectivo que luego se traduce en el voto.

Dicen que el relato crea mayorías o las deshace. El juego político sería por tanto el resultado de la habilidad de narradores que establecen un origen compartido y la ilusión de un futuro al margen de la realidad, siempre viscosa y enferma de decepción.

En este marco se explican los resultados de las elecciones como un desastre para  España propiciado por un cantor que desde Bruselas (venganza de Flandes) ha jaleado la secesión y ha propuesto la épica de la vuelta a Ítaca por la vía de las urnas, como respuesta a aquel fracaso del primero de octubre.

Una ficción de alto voltaje emocional habría ganado la batalla a la realidad catastrófica de una Cataluña empobrecida, hundida en un proceso imposible. Pero quizá las cosas son más sencillas, aunque planteen un presente de una extrema complejidad.

Una ficción de alto voltaje emocional habría ganado la batalla a la realidad catastrófica de una Cataluña empobrecida, hundida en un proceso imposible.

Convocar las elecciones a unas semanas del ciclón del primero de octubre, con parte del anterior gobierno en la cárcel y el resto en un exilio de ficción transmitido en tiempo real por la televisión pública catalana fue un error. Confiar en la fuerza de la realidad para desmontar los delirios de frenopático del separatismo ha sido un error. Ofrecer de nuevo la imagen de un gobierno débil, que aplica las leyes tarde y que no combate los males en su origen, ha sido un error.

Con su táctica de postergar las soluciones a los grandes problemas, el PP provocó la desconfianza de su electorado. Y al fijar la fecha de las elecciones determinó que el voto se celebraría en un momento en el que sí, la mayoría silenciosa había roto su silencio, pero la secesión iba a responder con la misma fuerza a lo que sintieron como agravio. Para entender estas cosas no hace falta una posmoderna hermenéutica.