David Cascant: China, la mariposa gigante que agita sus alas

| 20 FEBRERO 2020 | ACTUALIZADO: 20 FEBRERO 2020 15:48

En Occidente tenemos grabado en nuestros cerebros que China es una nación hermética desde el principio de los tiempos. Probablemente, el secreto con que envolvían con celo el proceso de fabricación de la valiosa seda y cómo nos los han trasladado el cine y la literatura tienen mucho que ver. Posiblemente, la realidad lo confirmaba siglo tras siglo.

Hoy, la censura que aplica su Gobierno es férrea y llega más allá de sus fronteras. Grandes marcas se han visto afectadas, como Leica, el legendario fabricante de cámaras fotográficas, que tuvo que retirar por presiones chinas el año pasado un vídeo promocional en el que aparecían imágenes de las protestas en la plaza de Tiananmen. Esas imágenes del spot se eliminaron no sólo en China, sino en el resto del mundo.

Ahora, el gran problema chino -y mundial- es el coronavirus. Desde que se detectó la enfermedad en diciembre de 2019, el gobierno que preside Xi Jinping ha tratado de poner paños calientes para evitar el pánico internacional. Pero se le olvidó, parece, que vivimos en un mundo globalizado. Ni la Gran Muralla china puede poner límites en Internet ni retener dentro de sus fronteras el miedo a esta epidemia que ha provocado más de 2.000 muertes y que ha infectado a más de 75.000 personas cuando escribo este artículo; por desgracia seguirán creciendo.

Una de las primeras reflexiones que se extendió por las redes sociales venía de reputados médicos en occidente y en todo el mundo: “si China reconoce el nivel de la enfermedad, siendo un país dominado por la censura, la realidad tiene que ser mucho más grave”. Ese tipo de mensajes se alojó en la mente de la ciudadanía extendiendo el temor a una enfermedad que casi nadie conocía poco antes.

A partir de ahí, se ha confirmado el Efecto Mariposa que desarrolló el matemático y meteorólogo estadounidense Edward Norton Lorenz, basándose en un proverbio chino: “el aleteo de una mariposa en Hong Kong puede desatar una tempestad en Nueva York”.

Así, China ha recibido varapalos como el hundimiento de su Bolsa, por ejemplo, que se vivió de una forma especialmente preocupante a final de enero de 2020, con el mayor desplome en los últimos cinco años -el anterior fue provocado por otra enfermedad-. El coronavirus se ha convertido en un “cisne negro”, tal como se denomina en los mercados financieros a los sucesos inesperados de gran impacto que condicionan el rumbo de la economía.

Es algo lógico, cuando China se ha convertido en uno de los mayores motores del crecimiento económico internacional: representa el 15,8% del PIB mundial y más del 35% del crecimiento mundial proviene de este país. La caída de la Bolsa ha “contagiado” también al petróleo, cuyo precio se ha visto muy afectado a la baja.

Como todos sabemos, otro de los efectos de esa mariposa que agitó sus alas en China ha sido, en las antípodas de este país, la cancelación del Mobile World Congress, que debería haberse celebrado en Barcelona, lo que va a suponer cientos de millones de euros de pérdidas. Eso, sin contar con el efecto devastador que va a tener esta crisis sobre el sector del lujo, gravemente afectado también, por citar otro de los efectos del aleteo de la mariposa.

Todos somos un medio en potencia

Surge aquí una reflexión evidente. En el planeta globalizado en el que vivimos no cabe actuar sin transparencia, ya se trate de empresas o de países. Sin ánimo de frivolizar, una cosa es que apliquen una censura sin límites a sus ciudadanos, pero cuando tocas el bolsillo de las grandes empresas multinacionales y provocas graves daños a otras naciones…Imagino las presiones de todo tipo que estarán dirigiéndose al gobierno chino para que cambie de actitud, cosa que no parece fácil.

Se demuestra, una vez más, que todos somos un medio en potencia. Se estima que las redes sociales registran cada día un millón de menciones en torno al coronavirus; en España, cerca de 15.000 menciones cada jornada. Muchas veces, extendiendo esa otra epidemia, las fake news, expandiendo una narrativa falsa que ayuda a potenciar el pánico social.

Muy al contrario, la actitud que demanda la ciudadanía global, de manera cada vez más exigente, es una transparencia absoluta. Sobre todo, ante una crisis de esta magnitud.

Lo que resulta crítico es tomar todas las medidas de control para frenar la expansión de la enfermedad y, en el terreno de la comunicación, disponer de mecanismos de monitorización que permitan detectar la gravedad de un problema y reaccionar desde la información, no desde la oscuridad. El auténtico virus de nuestros tiempos es la desinformación.

Pero sin duda, desde el lado de la comunicación, sabemos que esta crisis le va a costar a China mucho más en términos económicos de lo que habría sufrido si la información fluyera en el país. El gigante asiático registró el año pasado año su menor crecimiento dentro de las últimas tres décadas y la desaceleración se prolongará muchos más años de los previstos antes del coronavirus. Tendrán que elegir si prefieren integrarse de verdad en la economía global o asumir el elevado precio de su opacidad.