Ignacio Peyró: Country Life, la revista más repetitiva de la tierra

| 11 ABRIL 2016 | ACTUALIZADO: 29 MARZO 2017 10:42

Aliviadero de las pasiones del inglés, Country Life es la única revista del mundo que puede llevar a su portada, sin asomo de ironía, un reportaje sobre “los gozos de criar cabras”. Para Patrick Mauriès, estamos ante la publicación más fabulosamente repetitiva de la tierra, pero ocurre que Country Life activa el resorte de los deseos del británico medio, esos sueños que se cifran en la frase “una casa en el campo”. Además de mostrar las más apetecibles propiedades a la venta, en sus páginas se pueden encontrar –sin intelectualismos pero sí con un cierto lirismo fresco de la tierra y harto ruralismo chic- todo tipo de útiles amenidades, de noticias sobre la media veda y las muestras ganaderas a consejos para elaborar en casa las mejores moscas de pesca, qué hacer con las frambuesas del huerto o dónde conseguir garañón para la yegua. Uno cree que algunas aperturas merecen un hueco en las antologías más exigentes: por ejemplo, “por qué no van bien la arquitectura y el alcohol” o aquella pieza de maravilla sobre el mundo porcino, bajo el título “stars in the sties” (estrellas en la pocilga).

Fundada todavía en tiempos de la reina Victoria, los archivos de Country Life no dejan de ofrecer el mejor material para la historia de la arquitectura y la jardinería británicas del último siglo. No en vano, en sus páginas han estado presentes desde Gertrude Jekyll y Edwin Luytens –proyectista de la redacción de la revista- al gran reaccionario Quinlan Terry. Al actual príncipe de Gales, como regalo al cumplir sesenta y cinco años, le dejaron dirigir un número: nada podía haber agradecido más.

Sin el jingoísmo malencarado de publicaciones como This England, la celebración inglesa de Country Life ha conocido su identificación aristocratizante: en su primera juventud, la reina Madre llegó a ser una de las muchachas de alcurnia que a cada tanto llevan en portada. Estas chicas con perlitas, con pantalones de montar, y con una educación sólo comparable a la alta doma de sus caballos, son, quién lo duda, otra buena razón para comprar la revista. Y sin embargo el público lo que más agradece, hoy como ayer, son esos reportajes que explican “cómo ser un detective en la granja”.