Fernando Chacón: ¿Cuál es mi presupuesto para el error?

| 14 JULIO 2016 | ACTUALIZADO: 15 JULIO 2016 10:35

Mucho se habla sobre innovación. Todos quieren ser innovadores (o percibidos como tales), pero pocos son conscientes de que la necesidad de permitir el error es importante, precisamente, para que la innovación pase de ser un mero discurso a convertirse en realidad.

Ese es exactamente uno de los puntos críticos de los que me di cuenta tras mis investigaciones sobre el tema en Brasil. Mucho de lo que se dice, no es lo que realmente se hace. Y ¿por qué hay esta diferencia? Básicamente, porque pensamos (decimos) racionalmente, pero decidimos (hacemos) emocionalmente.

Esa dicotomía que separa el decir del hacer, es una de las fuentes de estudio de la economía comportamental. Esa área de conocimiento, analiza las fuerzas “invisibles” presentes en nuestro proceso de decisión del día a día.

Uno de los principios elucidados por la economía comportamental es nuestra aversión a la pérdida. “Sufrimos dos veces más cuando perdemos algo, de lo que nos alegramos cuando ganamos el mismo algo”, dice el conocido psicólogo Daniel Kahneman. Esa asimetría, que da más valor a la pérdida, nos acaba llevando a evitar todo lo que puede salir mal.

Frente a lo nuevo, lo inusitado, ¿cuál sería entonces nuestra decisión? Al depender de la cultura corporativa a la cual estamos sometidos, optaremos por evitar el error (en aquellas culturas sostenidas por el castigo al error), o por intentar una nueva solución (en culturas que entienden los desvíos y errores que se plantean en los nuevos caminos). La diferencia entre una y otra opción es el comportamiento que la empresa reforzará en su gente.

Las culturas más innovadoras creen en el poder de la ideas y apuestan por nutrirlas, porque son conscientes del riesgo inherente al ciclo de innovación. Cuando uno se equivoca, todos aprenden; cuando se acierta, todos ganan. Por eso Creer para Ver viene antes que Ver para Creer, para la construcción de marcas Auténticas, Empáticas y Visionarias.

Autenticidad

Una marca no debe ser perfecta, pero sí tener personalidad. Ser auténtica es ser capaz de mostrar una opinión, envolverse en la arena de los acontecimientos y en los temas actuales de la sociedad.

¿Será arriesgado emitir una opinión?

Claro que sí, pero más arriesgado aún es no emitir opinión alguna. Hay que pensar que si la opinión emitida es coherente con la personalidad definida por la marca, ésta alejará solo a las personas en las cuales, el posicionamiento no hace eco. Pero sin embargo, creará vínculos más fuertes con quienes se identifican con la marca y sienten orgullo de su atrevimiento.

Innovar es generar valor para las personas, atender sus necesidades a través de un servicio que facilite sus vidas, las simplifique y genere beneficios en su día a día. Esa es la esencia que mueve la creación de startups y que debería ser recordada diariamente en la cultura de las grandes corporaciones.

A lo largo de los últimos años, parece que el sentido de la palabra Valor está cambiando dentro del área del marketing que la viene traduciendo simplemente como Ventas. Las Ventas generan valor financiero para la empresa, pero el Valor genera beneficio para quien hace girar el motor de la empresa de forma sostenible y constante, proporcionando como consecuencia, un valor todavía un mayor para la empresa.