Borja Carrascosa, director de cuentas en Evercom.

Borja Carrascosa: Geolocalización y seguridad

| 22 JULIO 2020

“¿Desea permitir que la aplicación acceda a su ubicación? A. Siempre; B. Sólo mientras se utiliza la aplicación, y C. Nunca”. A través de esta sencilla pregunta al usuario, la geolocalización se ha convertido en un estándar de la industria de las aplicaciones para móviles. De hecho, muchas sólo funcionan si esta opción está activada.

A diario, las compañías conocen a qué hora cogemos el autobús para ir al trabajo, el supermercado en el que hacemos la compra y los destinos a los que más nos desplazamos los fines de semana. Esta información se obtiene a través de cualquiera de las tres variantes de la geolocalización que existen en el mercado:

– Georreferenciación o posicionamiento: Ubicación física determinada en un sistema de coordenadas GPS (por ejemplo, enviar la localización exacta a través de Whatsapp)

– Geocodificación: Búsqueda de bienes o servicios en un mapa (por ejemplo, búsqueda de floristerías en San Lorenzo de El Escorial)

– Geoetiquetado: Añadir información geográfica determinando la ubicación de lo que se comparte (por ejemplo, en fotografías publicadas en redes sociales)

En plena era de la dictadura del dato, conocer la localización exacta de un dispositivo -móvil, tableta, ordenador, etc.- proporciona información clave que permite a las empresas diseñar estrategias comerciales y de marketing al estilo del cliente. Además, el estudio de la movilidad de población también ha servido a empresas como TAPTAP para realizar, junto a la UC3M, un detallado informe de análisis geoespacial sobre aquellas provincias con mayor riesgo de contagio por COVID-19. Sus conclusiones son muy útiles para la eficiencia en la asignación de recursos sanitarios allí donde se necesitan.

El beneficio de un uso correcto de la información proporcionada -siempre con consentimiento del usuario y alineado con el RGPD- es tanto económico como social, y su evolución es exponencial. Según datos de Allied Market Research, el valor global del mercado de servicios basados en geolocalización (LBS, por sus siglas en inglés) podría superar los 157.000 millones de dólares en 2016. Esto supone multiplicar casi por siete los 23.700 millones estimados a cierre de 2018.

Esta tecnología puede salvar vidas a la vez que crea valor para las compañías. De hecho, una de las variables que más está creciendo en los últimos tiempos es la de la aplicación de la geolocalización para la seguridad, no sólo del dato, sino también personal.

Es el caso de Sister, una plataforma de seguridad femenina que geolocaliza a las mujeres y les permite alertar a la vez tanto a la Policía como a sus contactos más cercanos en situaciones de posible peligro. La geolocalización en tiempo real reduce los tiempos de respuesta y permite reaccionar más rápido ante hipotéticos riesgos.

En el ámbito de la distribución, un usuario ya puede localizar en tiempo real la ubicación exacta de un paquete adquirido a través de un establecimiento de e-commerce. Este servicio de “tracking” de mercancía es una propuesta de valor añadido para la cadena logística, que está viviendo una potente etapa de expansión durante la pandemia. La empresa ID Logistics, por ejemplo, permite monitorizar en tiempo real los envíos.

«En plena era de la dictadura del dato, conocer la localización exacta de un dispositivo -móvil, tableta, ordenador, etc.- proporciona información clave que permite a las empresas diseñar estrategias comerciales y de marketing al estilo del cliente».

Todas estas funcionalidades son avances tecnológicos que solucionan problemas reales y agilizan operaciones y transacciones, pero existen ciertas dudas respecto a la seguridad y privacidad en el uso de los datos. En síntesis, hay dos modos de generar y recopilar esta información:

– Modo activo: Basado en el dispositivo del usuario y su tecnología GPS o Wi-Fi, se activa tras un proceso de petición y posterior respuesta.

– Modo pasivo: Basada en una búsqueda de datos en servidores externos, normalmente de proveedores de geolocalización. La base es la ubicación de la dirección IP.

El usuario debe ser consciente de los límites en términos de privacidad que implica el uso de esta tecnología. La información obtenida a través de la geolocalización puede derivar en actividades delictivas o de vigilancia sin soporte legal. Una brecha de seguridad puede generar chantajes y extorsiones, incluso convertir en sospechosos de crímenes a personas que estaban cerca de la escena cuando esta se produjo.

Para evitar problemas de seguridad, resulta recomendable no almacenar los datos de ubicación GPS, a menos que sea completamente necesario. La transformación digital obligará a las compañías a utilizar cada vez más los avances tecnológicos, pero debemos proteger nuestra seguridad ante posibles usos fraudulentos de la información personal.