
¿Esquivar o realizar la llamada al dircom antes de publicar la exclusiva? El creciente debate entre periodistas
El filósofo Schopenhauer planteaba hace 200 años un conflicto en las relaciones humanas, en torno a la distancia que convenía guardar con personas unidas por un vínculo de dependencia. Lo exponía a través de una metáfora, el dilema del erizo, que concluía que estos mamíferos, para sobrevivir al frío, buscaban un estrecho contacto entre ellos, pero que al hacerlo corrían el riesgo de morir por las heridas que provocaban las púas del resto.
Esta disyuntiva se puede extrapolar a diversos vínculos profesionales, como los que mantienen en el sector de la comunicación los dircom de empresas con los periodistas, una relación tan conveniente como sensible.
La tradicional deontología periodística dicta que los informadores deben consultar al mayor número de fuentes fiables posible para ofrecer una información precisa y veraz. En ese abanico de fuentes, cobran un peso sustancial los directores de Comunicación de las empresas que protagonizan las noticias, sobre quien recae la misión de encarrilar información oficial.
«No creo que llamar siempre al dircom para una exclusiva sea realmente necesario».
Asociaciones de profesionales en el sector consideran irrefutable que un periodista contacte con el dircom para informarle de la exclusiva que tiene entre manos -en ocasiones, a punto de publicarla-, contrastarla con la versión oficial e invitarle a aportar la visión corporativa. Pero en la práctica, muchos informadores consultados por este medio reconocen hacer excepciones a este principio, escudándose en la solvencia de sus fuentes extraoficiales y el temor a que el dircom desmonte sus primicias.
Las maniobras más comunes del dircom para intentar neutralizar las noticias van desde el rápido lanzamiento de la nota de prensa corporativa con la información que el periodista iba a adelantar, hasta desmentir -o no confirmar expresamente- una exclusiva real, al perjudicar los intereses de su organización. Y en ese juego de tira y afloja, periodistas reconocen plantearse evitar la llamada al dircom.
Una periodista de La SER responde que esta figura «es fundamental, pero es verdad que a veces, si mis fuentes me han contado bien la información, y me veo con una seguridad total, publico directamente sin tener que pasar por su filtro«. «No creo que llamarle siempre para una exclusiva sea realmente necesario, porque el tema ha podido pasar por otras fuentes más fiables. Muchas veces te la intentan liar».

La jefa de Tribunales de uno de los principales periódicos nacionales también se plantea esta llamada, en caso de que pueda «obtener la información que busco en otras fuentes diferentes«. Aunque, en ocasiones, aclara, «les llamo por una cuestión de confianza y lealtad, o para avisar de una determinada información que vamos a publicar. Otras veces, y son muchas, los dircom son directamente la fuente acreditada e imprescindible«. Otra periodista de El Español se plantea eludir esta interlocución, aunque admite que «casi siempre llamo porque, al final, es mi función«.
«La llamada es imprescindible para asegurar que la noticia incluya todas las versiones y prevenir futuras rectificaciones».
Por el contrario, otros periodistas se muestran rotundamente fieles al principio deontológico sin excepción. Uno de El Confidencial asegura que «prácticamente nunca» se plantea obviar la llamada al dircom, aunque puntualiza que «en aquellas muy comprometidas, intentamos hacerlas a última hora para garantizar que la noticia pueda salir bien. Intentamos llamar siempre, y es algo que aquí tenemos bastante implantado».
Desde la redacción de The Objective, Teresa Gómez, la considera «imprescindible para asegurar que la noticia incluya todas las versiones y prevenir futuras rectificaciones«. «Incorporar la perspectiva de la empresa es fundamental para garantizar un tratamiento equilibrado de la información». A esta posición se suman otros dos periodistas de Expansión y El País. «La llamada no debe evitarse si la noticia a publicar es relevante«, responde éste último.
La transparencia, accesibilidad, agilidad, honestidad, empatía y conocimiento profundo de la compañía en la que trabajan, son las cualidades de los dircom que más valoran los periodistas consultados. En la otra cara de la moneda, éstos mencionan principalmente tres grandes pecados capitales que, a su juicio, se comenten con «bastante frecuencia».
La transparencia, la accesibilidad o la agilidad, entre las cualidades del dircom más valoradas por los periodistas.
En primer lugar, resaltan el silencio del dircom, las importantes llamadas sin responder. «Detesto que no cojan el teléfono«, lamenta la profesional de El Español.
Por otro lado, critican la actitud «pejiguera» e «insistente» que adoptan algunos dircom tras publicarse una noticia veraz y sin errores. «A veces me llaman reprochando que el enfoque de la noticia es negativo. Entiendo que es su papel, pero al final es un coñazo«, opina la periodista de Prisa.
La persona consultada de El Confidencial recuerda este episodio: «Un día estuve una hora hablando con el dircom de un banco antes de publicar la noticia. La publicamos y me tuvo otras tres intentando rebatirme cada punto del artículo junto a dos compañeros de su equipo de Comunicación. Ha sido la experiencia más larga. Luego terminamos bien, pero fue muy llamativo».
La mentira, pecado capital
Pero si hay una acción que merece sin ambages la tarjeta roja de las redacciones es la mentira. La mayoría de los periodistas consultados asegura que algunos dircom eligen mentir para intentar paralizar exclusivas. «Ocurre a veces, y lo odio porque te llevan al error. Es mejor que te digan directamente que no van a responder y punto«, denuncia la jefa de Tribunales del medio nacional.
«La llamada no suele ser un obstáculo, a menos que te mientan, lo que dificulta la información», añade el de Expansión. «Lo que más detesto», recalcan desde El Español, «es que antes de oír la información, intentan desmentirla de una manera u otra. Entiendo que impedir que se publique información negativa forma parte de su trabajo, pero si por regla general tienden a hacerlo, perderán la credibilidad«.

Estos periodistas tienen interiorizado que una de las frecuentes funciones de los dircom es ejercer presión para salvaguardar su relato. Ahora bien, se muestran duramente críticos cuando esas acciones rebasan, en su opinión, la frontera deontológica bajo amenazas. Exponen varios ejemplos vividos en primera persona.
«Me parece muy detestable que haya dircoms que se movilicen para amenazar con quitar o poner publicidad o hablen de los vínculos con el grupo«, señala el periodista de El País.
Otras veces, se amenaza con demandas judiciales. Desde Expansión, cuentan que «una empresa pequeña me amenazó con mandar un burofax porque me negué a cambiar un titular que no le gustaba, que, a nuestro juicio, era correcto».
Gómez, de The Objective, relata que «una vez compartí una exclusiva con un dircom buscando la versión oficial de su empresa. Minutos después, vi la misma información publicada en un medio de la competencia. El propio dircom admitió haberla filtrado. Me respondió que era mejor que la publicara otro antes que yo. Este tipo de acciones no sólo generan frustración, sino que rompen la confianza con el periodista«.
El dircom ‘político’
Este tipo de tensiones, apuntan algunos, se agrava con dircoms que trabajan para gobiernos o partidos políticos. La jefa de Tribunales consultada cuenta que recientemente recibió una llamada de un dircom de un gobierno autonómico a cuenta de una información sobre un proceso judicial sobre el que su medio «tenía muy atado el tema». Lo llamativo, dice, es que el asunto, que tanto le agitaba, «no era de competencia ni responsabilidad de éste».
En este sentido, la periodista de la SER aporta que «a veces se producen roces con los dircom porque cada uno defiende lo suyo, pero al final tenemos una relación laboral y las dos partes necesitamos llevarnos bien«.
Pese a terrenos pantanosos que pueden pisar algunos directores de Comunicación y experiencias singulares que hayan vivido en su relación con la prensa, los periodistas consultados -no exentos de autocrítica- coinciden en su contundente defensa de esta figura. Lo califican como un profesional «esencial» para asegurar un ecosistema informativo solvente. Un portavoz al que el periodismo reclama, por encima de todo, abundantes dosis de confianza.