Las últimas terrazas

| 29 SEPTIEMBRE 2015 | ACTUALIZADO: 29 SEPTIEMBRE 2015 8:21

PRIMER Y ÚLTIMO GAZPACHO. Al tomar el primer gazpacho del año acumulábamos sin saberlo las ganas de vivir, de cara al verano como estación de la promesa. Quién sabe a estas alturas si no lo tomamos al fresco, discontinuamente atentos a la policromía de la masa humana que pasa por la calle, con esa pequeña superioridad que da el sentarse en las terrazas como quien filosofa sobre el mundo. Hoy, aquel gazpacho que Covarrubias definió como “comida de segadores y de gente grosera” invadió todas las cartas del orbe, batiéndose con la ensalada César, la pizza napolitana, el estándar internacional de los mojitos o todos esos platos que se quieren hawaianos tan sólo porque a alguien se le ocurrió echarles piña en conserva. Para el gazpacho, ese “cierto género de migas que se hace con pan tostado y aceite y vinagre”, no ha sido un mal destino. Se vende en brik. Se le rebaja la carga innoble de ajo. Hay incluso quien le pone bogavante. Al final, resulta que ha vuelto a vencer al salmorejo.

De un extremo al otro del verano, el último gazpacho tiene ya la incongruencia de los polos color fucsia, el revivir postrero de las bambas Victoria, esa operación bikini que dejó paso a las gulas clandestinas o el simple pasar del tiempo incomprensible. Han cerrado incluso las terrazas. Va terminando ese concurso de piernas que es Madrid de mayo a septiembre, como un aprendizaje de la gracia, paso a paso. Nosotros mismos iremos pasando de las sopas frías a los caldos nutritivos, sustantivos, maternales. A estas alturas, los hombres de bien ya tenían listos los ternos del otoño, quizá porque el otoño es la estación de la experiencia. Así nos encontraremos una mañana, cualquier día, con la respiración hecha vaho igual que por efecto de un milagro. Será cerrar un círculo vital, como el dolor, la resurrección y la gloria, el cumplimiento de un antiguo rito, el entreacto de una obra cuyo final nunca termina de saberse. Sí, Dama Otoño –lo dijo el poeta- pasará por aquí.

LAS ÚLTIMAS TERRAZAS

Baja estación: ya es octubre en la terraza,

un octubre estival de tardes tibias, charlas a media voz,

cointreau con hielo e imprecisas

nostalgias de vivir… ¿Cuánto queda todavía?

El tedio era nuestro secreto sin palabras,

la verdad que se sabe y no se dice, la desgana de todo,

nada y siempre. En el tiempo se han muerto tantas cosas

que mezclamos la vida con la fábula

como el cointreau se mezcla con el hielo:

es un gesto casi dulce de abandono,

la espera de la niebla por venir,

un frío anticipado para el alma, que a través de la copa

filtra el sol… Y en esa opalescencia inexplicable,

a merced de la tarde, los dos solos,

quedamos detenidos, olvidados,

inútiles por siempre a la memoria,

como el golpe de viento que clausura

las últimas terrazas de este otoño.