José Manuel Hernando: Guerra por el talento (o por qué dos no pelean si uno no quiere)
Hay conceptos que, al igual que el largo de los pantalones o el ancho de las patillas, se ponen de moda y, como tal, compañías y personas se lanzan con la fiebre del converso para adoptarlas e incorporarlas en su relato y, así, ser lo más de lo más.
Es por ello que como en un pacto de silencio, todas buscan a la vez ser ágiles, resilientes, digitales, sostenibles o glocales. Y en función de la moda del momento, todos trasladan la misma solicitud de acción de comunicación a la agencia; cuarto y mitad de employee journey con mezcla de value proposition, una ración grande de sostenibilidad pero me quitas por favor el green washing, dame una de diversidad pero de momento solo de género, o me cambias lo de formación en seguridad laboral por una de inteligencia artificial.
Bueno, pues parece que ahora lo que lo está petando es el engagement, una forma mucho más cool de decir que queremos empleados más comprometidos y por tanto, más fieles. Pero claro, el engagement, como el amor o el respeto, ni se pide ni se exige; hay que ganárselo. Y aquí es donde pinchan la mayoría de los planteamientos para motivar y retener a esa plantilla díscola que a la menor de cambio… se cambia. Y es que el problema es que el problema no eres tú, no eres tú, no eres tú, soy yo, y te aseguro que contrariamente a lo que decía Luis Fonsi, lo mejor no es olvidar y dejarlo así…
Si hablamos de talento, retener es una necesidad relativamente nueva, pues con nuestros padres no existía ese problema. Lo de conseguir un trabajo para toda la vida, en la actualidad está en las antípodas del deseo y prioridad de cualquier profesional con un mínimo de ambición y perspectiva. Ya no son las empresas las que eligen, sino que son las elegidas. Y en este baile de cambio de parejas, nadie quiere hacerlo con la más fea, o con el más feo.
«Ya no son las empresas las que eligen, sino que son las elegidas».
Para entender este cambio social y cultural, igual es interesante acudir a la etimología de la palabra. Trabajo proviene del latín “Tripalium”, una especie de cepo compuesto por tres maderos donde eran torturados los reos. La razón de denominar así esta actividad que supuestamente dignifica a la persona es que en sus orígenes allá por el siglo VI a.c trabajar se refería a las actividades asociadas a la esclavitud, o más exactamente, al castigo por no cumplir con él. Así, cuando decimos que el trabajo es muy esclavo, no estamos exento de verdad.
La realidad es que hoy en día ni buscamos trabajar para vivir y menos, vivir para trabajar. Por suerte ese espíritu de sufrimiento del que alardean generaciones anteriores apenas ha trascendido.
La inmensa mayoría de los mortales necesitamos el sueldo para vivir, pero esta no es la única razón que nos mueve, sobre todo a las nuevas generaciones. Mi amiga Rebecca, que a pesar de su poca edad sabe mucho, siempre habla de lo que nos motiva para levantarnos por la mañana, y sí, precisamente de eso va el engagement, de saberlo y propiciarlo. Ni más, ni menos.
Los tiempos han cambiado mucho, para bien y para mal. Antes de la revolución digital, las vías para encontrar trabajo eran muy limitadas; o tirabas de parientes y amigos, o de las ofertas de empleo del periódico, o te convertías en opositor. También estaban los headhunters, pero eran algo muy marginal y normalmente reservado para la crema de la crema laboral.
En aquel entonces y tras publicar la oferta laboral, el mero poder de la marca del ofertante era razón más que suficiente para que se sentaran tranquilamente a esperar a que vinieran los candidatos vía correo o fax.
Más push que pull
Hoy la facilidad para ofertar, conocer y conectar con talento potencial ha hecho que sea más push que pull, por lo que se ha normalizado el mal llamado robo de talentos. “Me roban hasta los malos” me decía el otro día un conocido conocido…
Y bueno, sí, la realidad es que se nos llena la boca de decir que ponemos a las personas en el centro, que los escuchamos y nos interesamos por ellos, que queremos su bienestar y el de los suyos, que nos preocupamos por sus necesidades… pero si tenemos un ratio de salidas sospechosamente alto, indudablemente es que algo no estamos haciendo bien, o peor, estamos haciendo mal.
No creo que en el caso del engagement haya una regla de oro aplicable a todos los casos, pero que la clave está en esa sencilla reflexión de Rebecca; buscar lo que hace que nos levantemos por la mañana, y hacer que lo encuentren. Solo así conseguiremos no sentirnos atrapados en el sentido literal de la palabra trabajo, e ignorar los cantos de sirena vía Linkedin.
Por José Manuel Hernando, director de Creatividad Estratégica en Atrevia.