Pedro J. Ramírez, editor y director de El Español.

Pedro J. Ramírez: “La suma de El Español y El Mundo crearía el líder mundial de la prensa en castellano”

| 6 JUNIO 2019

Julen Ariza / Telmo Avalle

“No hay nada en marcha pero antes o después alguien se lo planteará”. Con esta rotundidad se expresa Pedro J. Ramírez sobre la posibilidad de concentrar El Mundo y El Español bajo una misma tutela: la suya.

El periodista -hoy convertido en empresario y director- habla de la estrategia que ha seguido para llevar a El Español en volandas hasta la rentabilidad y convertirlo en uno de los grandes diarios generalistas de España, el segundo nativo, en poco más de tres años.

Con el foco puesto a partes iguales en continuar invirtiendo en el producto y ampliando la base de suscriptores, el director de El Español también se pronuncia sin ambages acerca de los retos que acechan al sector de la prensa digital: la necesidad de una mayor cooperación en el ecosistema digital, el cambio de modelo al que se dirige el sector o, de forma más urgente, la regulación de los horarios en redacción.

¿El Español ya es rentable?

En 2018 hemos tenido beneficio operativo de 226.000 euros, que es como se mide el desempeño de las compañías. Y, efectivamente, lo más importante es que nuestro presupuesto prevé estar cerca del millón de beneficio operativo este año. Y además será el primer año en que tendremos también beneficio neto después de las amortizaciones, que son propias de una compañía en sus primeros años.

¿Cuáles son los siguientes objetivos que se plantea una vez superada esta primera etapa?

Es imposible separar la viabilidad de la empresa del desarrollo de un proyecto intelectual. Y es verdad que se trata de la primera vez en que a mí me ha correspondido ser responsable de ambas cosas, entre otras cosas porque soy el primer accionista de la compañía y gran parte de mi patrimonio está invertido en El Español. Creo que lo que hemos conseguido estos tres años, cuyo mérito corresponde en gran parte a nuestra consejera delegada, Eva Fernández; consiste en haber cumplido el plan estratégico con el que acudimos a captar capital en el lanzamiento del periódico hace cuatro años.

Presentamos un plan que, grosso modo, suponía perder tres millones el primer año, un millón y medio el segundo y empatar el tercero. Lo hemos cumplido escrupulosamente y ha sido muy difícil, porque al tiempo que incrementábamos los ingresos ha habido que ajustar los costes a la realidad de un sector en el que, si lo comparamos con los tiempos dorados de la prensa, los ingresos han menguado espectacularmente. Este 2019 es de alguna manera un año de transición, en tanto que supondrá la consolidación de los beneficios. Pero deberíamos ser capaces de presentar o tener un nuevo plan estratégico basado en la inversión y en el crecimiento.

Siempre dije que cuando llegara el tiempo de los beneficios se invertiría en el producto, tanto en tecnología como en capital humano, y se remuneraría a los accionistas. Hay un elemento transversal en todo esto, y es el que posiblemente estemos ante un cambio de ciclo en el modelo de negocio del sector. Todos los medios están planteándose la asignatura pendiente, de manera inaplazable, de las suscripciones digitales.

A ese respecto, ¿cree que existe una sintonía entre lo que demandan los lectores y lo que ofrecen los editores?

Hoy por hoy no. Es una pescadilla que se muerde la cola, porque para captar suscriptores hace falta generar más contenidos de una calidad diferencial. Para conseguirlos hace falta tener más ingresos, y por lo tanto invertir en el producto. Cada empresa tendrá su hoja de ruta. En nuestro caso tenemos una vía de crecimiento que podemos considerar orgánico, casi continuado, y con los beneficios esperados para los próximos años está garantizado que El Español será un periódico cada vez mejor.

“El capital humano periodístico pesa mucho más de lo que ha pesado nunca”.

¿De qué forma afecta a El Español este replanteamiento del modelo de negocio, donde los contenidos de valor se imponen a los del clicks y las páginas vistas?

Desde el principio hemos crecido con una fórmula basada en dos ejes, tan importante uno como otro: audiencia e influencia. Hay muchos contenidos que no están orientados a conseguir audiencia, por ejemplo, por hablar de un área afín a Dircomfidencial: Tribunales. Es evidente que tener la mejor cobertura de la prensa generalista del Tribunal Supremo, del Constitucional o de la Audiencia Nacional no te va a dar clicks, pero sí nos da un posicionamiento clave en un sector importante. O el tener una muy buena información empresarial como tenemos. O el tener un posicionamiento en relación a los grandes asuntos todos los días. O tener una columna de opinión diaria del director, donde intento que el lector se esfuerce tanto como yo lo hago. Es decir, hay otros medios que creen que se puede tener influencia sin audiencia, y al revés; cuando la una sin la otra se vuelven estériles. Es lo que yo siempre digo de la virtud y el terror, según la fórmula de Robespierre, que lo uno sin lo otro… Así que si El Español es capaz de incorporar varios periodistas al año y ampliar regularmente su red de colaboradores, podremos evolucionar hacia ese modelo, donde tenemos ya casi 10.000 suscriptores.

Lo cierto es que todavía hoy nadie ha podido contar la historia de éxito de la suscripción en España. ¿La magnitud de nuestro mercado supone una limitación?

Sí, aunque no tendría por qué ser así. Nosotros nos llamamos El Español porque queríamos rendir homenajes a los grandes periodistas que editaron un periódico homónimo, para que nadie dudará de nuestra posición en el debate constitucional y como tarjeta de presentación en América Latina. Claro, comScore sólo mide usuarios únicos en España, pero Google Analytics sí da resultados cosechados fuera.

Por ejemplo, de los 40,7 millones registrados en el mes de abril, 23,4 millones son en España, pero casi 5 millones proceden de México; 2,6 de Argentina y casi 2 millones de Colombia. Lo que pasa es que esto hoy por hoy es muy difícil de monetizar, pero creo que se conseguirá antes o después. ¿Por qué El Español es en estos momentos la mejor Coca-Cola del desierto? Porque si el modelo de negocio sigue basado en la audiencia, a ver quién ha conseguido 40 millones en Analytics, 14 millones en comScore, al final de su tercer años completo. Si el modelo de negocio va a suponer que las suscripciones sean un horizonte de expansión en torno a esa commodity principal que es el idioma, tenemos una gran ventaja ganada entre los nativos.

¿Tenéis alguna operación en mente con algún medio hispanoamericano?

A día de hoy no hay nada en marcha. No lo descarto. Tampoco conozco muy bien el desarrollo de la prensa nativa latinoamericana, pero tengo la impresión de que van unos años por detrás. De hecho, la crisis del papel está llegando ahora o ha llegado hace un par de años, y todavía no hay medios nativos con la pujanza que podamos tener El Confidencial o nosotros, o algún otro más. La cuestión, como digo, consiste en que es muy difícil monetizar estas audiencias extranjeras porque los mercados publicitarios son locales.

En todo caso, cuando dije hace un tiempo que de mis tres criaturas (Diario 16, El Mundo y El Español), el más relevante terminará siendo El Español, no lo dije porque siempre te vuelques más en tu último hijo, sino porque mi pronóstico de la nueva edad de oro del periodismo podrá estar retrasándose, pero va a caer por su propio peso. Fundamentalmente porque la demanda de información de calidad es creciente en las sociedades desarrolladas y la disminución de los costes industriales en las empresas hace que todo dependa del capital humano. Y como mi equipo y yo cada vez tenemos más experiencia sobre lo que estamos haciendo, comprobamos que el sentido común del capital humano periodístico pesa mucho más de lo que ha pesado nunca. Sin ir más lejos, cuando llegué a la prensa era un sector de cuello azul: cuando llegué al ABC en 1975 quienes mandaban era el personal de los talleres, que eran mucho más numerosos que los de la redacción. Y el periódico monárquico por excelencia dependía de los sindicatos de extrema izquierda el que se publicara o no se publicara. Y mira cómo ha cambiado en menos de medio siglo las características del sector. Primero desaparecieron los linotipistas, y ahora los impresores y distribuidores. Al final quedamos los gestores, periodistas y comerciales.

¿Se está consolidando el futuro del modelo o estamos todavía en un estado de cambio constante?

Lo que digo es que se ve una luz al final del túnel. Lo que no sabemos es si sale de una linterna descomunal, de una serie de focos o del cegador sol que nos atrae como a Ícaro.

Hasta hace poco se hablaba de que la supervivencia del sector pasaba por integraciones y concentraciones, pero en cambio ahora parece que se fía todo al éxito de las suscripciones.

No son incompatibles. Acabamos de ver cómo Zeta lo ha comprado Prensa Ibérica, y creo que va a haber operaciones de consolidaciones en el sector antes o después, porque una cosa que hoy por hoy no tenemos los medios nativos es tamaño, y al final la calidad de la información y el desarrollo de los proyectos depende de cierto tamaño.

¿Con qué tipo de contenido le gustaría que relacionarán a El Español?

Somos un periódico con una estupenda información política, con un posicionamiento editorial muy claro, con secciones especializadas muy potentes que generan a la vez audiencia e influencia. Secciones como Ciencia y Salud nos dan prestigio. Con todo, somos un periódico no especializado. De hecho, nuestra sección de economía se llama Empresas y Medios, porque consideramos que esta última es una parte muy importante en la información empresarial, tanto por sus protagonistas como para la gente interesada en saber más.

¿No cree que el área de medios cada vez tiene un peso más reducido en los diarios generalistas?

Lo que no pueden es hacer información sobre medios sin hablar de ellos mismos. Y se ve que no tienen la fortaleza moral suficiente como para publicar las malas noticias que le afectan, porque en el sector a veces hay que darlas. Estos nos da una ventaja a los medios nativos, donde por regla general hablamos de todo el sector.

“El Español puede llegar a acuerdos sobre tecnología o videojuegos, pero no sobre información económica”

Una de las partes que ya hemos tocado son las alianzas de El Español. ¿La verticalización de la información favorece la conversión de lectores en suscriptores?

Sí. Nuestro sistema de alianzas se ha trabajado en base a dos criterios: uno es la penetración en lugares del territorio complicados, o en los que tener una presencia tiene un valor especial para nuestra seña de identidad. Es el caso de Cataluña, Navarra, Canarias o más recientemente Galicia. Este último es una especie de prototipo de experiencia piloto para el desarrollo de un modelo de periodismo local complementario a nacional. Para los tres primeros se estableció un modelo de colaboración distinto, pero en definitiva permite que El Español tenga presencia en lugares donde por cuestiones distintas nos costaría más entrar solos.

Lo que hemos buscado es tomar posiciones y desarrollar, junto con socios que ya tuvieran el know how, nichos periodísticos complementarios a la información general. Por ejemplo: tecnología, gastronomía, videojuegos… O sea, que hay otros periódicos donde algunos de estos segmentos los han desarrollado in house, pero el medio que hemos utilizado nos hace acortar mucho el camino. Este ha sido otro de los grandes aciertos de nuestra gestión, que las ha llevado muy personalmente Eva Fernández. Creo que con enorme acierto estratégico, porque todas las compañías están en beneficio y contribuyendo a los números negros de El León de El Español.

Se hablaba recientemente en el sector de unas negociaciones con Merca2 ¿Preparan algún nuevo acuerdo?

No hay nada. Todos hablamos con todos, pero la información empresarial es parte de nuestro core. De hecho, es un área en la que estamos reforzándonos y esperamos seguir creciendo. Sería inimaginable que esa información no la hiciéramos dentro de la redacción. Podemos llegar a un acuerdo sobre tecnología o videojuegos, pero no sobre información económica.

Sí es cierto que en la junta del año pasado dije que para mí es una gran satisfacción ver que se estaba conformando un grupo de cinco generalistas digitales, de los cuales tres son de toda la vida (ABC, El País y El Mundo) y los  otros dos son nativos (El Confidencial y El Español). Fijaos que en el último ComScore estamos entre los 21 millones que tiene El País, los 19 que tiene El Mundo, los 18 que tiene que el ABC, los 15 que tiene El Confidencial y los 14 que tenemos nosotros, por lo que tenemos ya el 74% de la audiencia de El Mundo. Y luego, por debajo de nosotros, se abre un abismo de cuatro millones de usuarios. Por lo tanto, la raya está trazada, también por las características del sector, porque El Confidencial y nosotros hemos conseguido ese equilibrio entre audiencia e influencia.

Entonces en aquella junta ya señalé que no estaba proponiendo ninguna boda, pero que de esos cinco medios dos son hijos del mismo padre. Ahora, es indiscutible que si sumas dos de los cinco primeros tendrías al líder indiscutible de la prensa española. La suma de El Español y El Mundo crearía el líder mundial de la prensa en castellano. También si sumas el ABC y El Confidencial, claro, pero aquí se da la circunstancia de que soy fundador de ambos; aunque no soy empresario, sólo soy un periodista que ha tenido que hacerse editor porque si no, no me contrataban en ningún sitio. No hay nada en marcha pero antes o después alguien se lo planteará

¿No echa de menos nada del periodismo de papel?

A mí lo que me gustaría sería no tener que compatibilizar todo el tiempo que le estoy dedicando a la empresa además de al periódico. Pero desde el punto de vista periodístico hago lo mismo que he hecho toda mi vida. No echo nada de menos el papel, porque no hay nada en cuanto a prestaciones que no ofrezca el digital.

¿Ni siquiera la reunión de portada?

Aquí seguimos haciendo el mismo tipo de reunión. A lo mejor la imagen no es tan importante porque hay muchas más y el concepto de portada es distinto, aunque es verdad que la edición que sacamos todas las tardes para los suscriptores se parece más a un periódico papel, pero al final los criterios son los mismos. Y quien diga que el papel permite una lectura más reposada, publicar textos más largos o de mejor calidad es falso. Ya las ediciones impresas no es que sean algo en vías desaparición, sino que son ya los rescoldos de una hoguera que se está apagando. Y todavía hay una parte del tinglado de la relación de las agencias de publicidad con los anunciantes que sigue admitiendo rebajas vinculando la compra de papel con el digital, pero cada vez hay más anunciantes que lo rechazan, porque están faltos de correspondencia con la realidad.

Ha hecho referencia al papel de editor. Otros editores han renunciado a sus puestos para volver a la mesa de dirección, pero usted mantiene ambas funciones. ¿Cómo se compaginan?

En el mundo digital la interrelación entre las decisiones editoriales y empresariales es mayor. Por una razón: que hay un puente entre la empresa y la redacción que es la tecnología. Nada se puede hacer editorialmente sin ella, ni hay impulso tecnológico imaginable sin un proyecto empresarial. De hecho, nosotros no tenemos reuniones separadas de la cúpula, sino que trabajamos muy en equipo. Somos una empresa de 100 personas, y la decena que conformamos la cúpula siempre operamos conjuntamente, viendo temas de tecnología audiencia, comerciales, empresarial…

¿Considera que los medios surgidos bajo el ala de una figura periodística deben mantener ese carácter personalista o evolucionar hacia un proyecto más colectivo?

Creo que las personas hacemos la diferencia. Siempre se decía que El Mundo era un periódico de autor. Si de repente a alguien se le ocurre la fantasía de que un día El Mundo y  El Español se fusionasen, es porque han tenido el mismo autor. Creo que las personas seguiremos haciendo la diferencia en el sector y marcando la credibilidad en la creación de contenidos.

¿Cómo es esa convivencia entre la parte periodística y la empresarial? ¿La realidad guarda alguna relación con la frase de The Post en la que Graham le dice a Bradlee que “como editora jamás te diría lo que tienes que publicar como director”?

Esa es una frase que está muy bien para ganar un Oscar al mejor guión cinematográfico. Creo que entre el editor y el director siempre tiene que haber una colaboración muy estrecha y un proyecto compartido. La empresa periodística es un proyecto intelectual y a la vez empresa, porque solo una gestión eficaz hace viable el proyecto. Siempre he tenido claro eso; y como director he procurado tener una estrecha relación con el consejero delgado o el gerente. Ahora se da la circunstancia de que, más que gestor, soy el primer accionista y tengo que velar por mis intereses, y en estos momentos el diálogo entre editor y director es más fácil que en ningún otro momento de mi vida.

¿Y cómo es su relación empresarial y editorial con medios como Crónica Global? ¿Qué extraéis de esa convivencia?

Es que tú no necesitas tener un mismo carrier. Crónica Global puede tener una IP compartida con el Español, pero las decisiones sobre los contenidos las toman Xavier Salvador y su equipo. Ellos incluyen en su home contenido de El Español y viceversa. Ellos tienen una gran especialización en un área donde pasan muchas cosas y eso hace que los lectores de El Español tengan acceso a mucha información de Cataluña, una parte elaborada por nuestra redacción allí, pero la mayor parte elaborada por Crónica Global. Es verdad que somos accionistas de Crónica y viceversa, y eso nos une mutuamente, porque todas las experiencias e innovaciones que se producen permiten que nos beneficiemos. Hoy por hoy es una relación muy satisfactoria.

Y por terminar con este tema de editores, directores y partners en general, ¿diría que ha faltado cohesión en el sector a la hora de afrontar los desafíos comunes?

Aquí ha habido un déficit enorme, y sigue existiendo. La prensa digital, que ya cada vez es mayor, tiene unos problemas específicos, que también lo son para los editores tradicionales, pero en nuestro caso representan el 100% de la problemática. Entonces creo que ha faltado una asociación de editores de medios nativos. Y con toda cordialidad y admiración, creo que El Confidencial debe dar el paso a la hora de liderar el sector. Sólo él, como líder nativo, puede lograr la vertebración del sector de los medios nativos; ya sea normalizando la relación con Google y Facebook o con la propia administración por el tema del IVA digital. Esta unión se podría plantear de forma mucho más beneficiosa y todos estaríamos ganando.

“Los periodistas no somos oficinistas. La regulación tiene que adaptarse a la naturaleza de cada actividad profesional”

Pero esos tres pilares afectan igualmente a los grandes grupos…

Lo que pasa es que Godó, Vocento y Unidad Editorial tienen sentimientos encontrados, porque a ellos les interesa mantener la falacia de que las ediciones impresas aportan prestaciones que no tiene lo digital. Ellos en el IVA digital se juegan cuatro pesetas, porque donde siguen obteniendo ingresos por venta de contenidos es en las ediciones impresas. Por otro lado, el tamaño de los grandes grupos multimedia no se puede comparar con los nativos digitales, aun cuando los problemas sean homologables. Hace tiempo que VozPópuli, El Confidencial, El Diario y Libertad Digital tendríamos que estar peleando juntos nuestros intereses. Y personalmente, creo que no puedo liderar esta causa porque somos los últimos en llegar.

¿Y una asociación de este tipo ayudaría a limitar la actividad de aquellos proyectos informativos que abundan en las llamadas “noticias falsas” y la persecución?

Además de las cuestiones relacionadas con los ingresos, formar parte de una asociación de medios nativos permitiría establecer unos estándares. El mero hecho de formar parte de un club ya implica que aceptas una serie de reglas, incluso aunque no estén escritas. Luego hay chiringuitos deleznables. En toda sociedad, cuando llueve, siempre en las bocas de las alcantarillas flotan los detritos. Eso está a la vista de todos en el mundo digital, y hay proyectos que están exclusivamente montados al servicio de fines delictivos, teniendo en cuenta que la calumnia es un delito, y que están concebidos como palancas de extorsión o sirven a actores más poderosos del sector que no se atreven a divulgar a través de medios oficiales determinadas insidias. Todo esto es parte del problema de la sociedad de la información en la que vivimos, que depara grandes ventajas pero también miasmas que flotan en las bocas de las alcantarillas. Hay un lector poco avisado que no distingue si algo lo ha leído en The New York Times o en ‘La Tribuna de Valderrábanos’, pero la gente que tiene criterio lo distingue.

¿Considera que deben hacerse distinciones respecto a la procedencia de las fuentes de información?

Aquí lo importante es que algo sea relevante y veraz. Cuando lo sea, de donde provenga es segundario. Todas las noticias tienen fuentes. Si a un banco le va bien te lo cuentan los gestores. Si va mal lo cuentan los ejecutivos enfadados. Si un partido hace trampas te lo cuenta el tío al que han dejado tirado. Si hay crímenes de estado te lo cuentan los sicarios. El que la fuente sea interesada e incluso innoble no es lo importante de una información. Lo importante es que sea relevante para la sociedad y veraz. El problema es que hay medios que no tienen en cuenta estos dos elementos, y ahí es donde vienen los problemas. Hay que obsesionarse con la relevancia y la veracidad de la información.

La Unión Europea está dando pasos para reconocer la figura de los denunciantes de las empresas. En España el Gobierno había preanunciado una exclusión del secreto profesional. ¿Echa de menos alguna regulación que de verdad proteja la intimidad, el honor y también la libertad de expresión?

Más bien las echo de más. Me sobran muchas de las que hay y que van a venir. Pero creo que la protección del secreto profesional de los periodistas y de los abogados es el núcleo duro de un sistema de derechos y libertades. El Estado tiene medios de sobra para defender la legalidad y perseguir a los delincuentes sin recurrir a la vulneración de ese derecho, que no es tanto del profesional como del conjunto de la sociedad. El derecho a la intimidad y el honor están protegidos por medio de una ley que lo regula, y de hecho todos tenemos acceso a los tribunales. Es verdad que el principal problema de la justicia es su lentitud. ¿De qué me sirve que dentro de dos años haya una resolución contra un señor que me está difamando todos los días?

Siempre digo que lo único por lo que hay que preocuparse es por lo que sea verdad, porque las mentiras terminan cayendo por su propio peso, máxime en un tiempo donde todo es volátil. No recuerdo a nadie al que realmente le haya destruido una mentira, conozco mucha gente a la que le ha destruido una verdad, y como periodista nunca he tenido problemas serios por divulgar errores. Todos los problemas vienen cuando publicas la verdad.

Pero volviendo al tema de las regulaciones, estoy escandalizado, y además me duele en lo más profundo del corazón, el que pretendan incluirnos a las empresas periodísticas en el embudo general del control laboral de la jornada de trabajo. Esto no lo digo como empresario, lo digo como una persona que lleva casi cincuenta años de su vida diciendo que el periodismo es una manera de vivir. Y todos los que nos dedicamos a esto sabemos que es así. ¿Qué periodista deja de serlo en el momento en que concluye su teórica jornada laboral? ¿Cuándo debe fichar, en el momento en que empieza escuchar la radio, cuando enciende el ordenador, o cuando estamos almorzando con alguien?

Esto es un auténtico disparate, y diría casi que lo único que me haría tirar la toalla algún día sería constatar que el periodismo ha dejado de ser una manera de vivir, o que el Estado impide, con una regulación y penalizaciones, que se compute la forma en la que vive un periodista. Y este es otro asunto en el que podemos actuar en comandita los editores tradicionales y los medios nativos. No somos oficinistas. La regulación tiene que adaptarse a la naturaleza de cada actividad profesional.

Nuestro medio tiene especial incidencia en las áreas de comunicación de las empresas. Después de tantos años lidiando con ese otro lado del mundo de la comunicación, ¿qué recomendaciones le daría a un dircom a la hora de tratar con un periódico?

Los medios nada valoramos tanto como la buena información. Y a continuación la información regular, y en último lugar la información de chichinabo. Con una condición: que siempre sea verdad. Cuando un dircom te engaña, ocurre como en las relaciones personales: la primera vez la culpa es del dircom, pero si hay una segunda la culpa será mía. Creo que siempre se debe ir con la verdad por delante, aunque entiendo que hay temas sobre los que no puede hablar.

¿Cuál es el periódico que le gusta leer?

Creo que los otros tres periódicos importantes que hay en España: El País, ABC y El Confidencial, y si acaso La Vanguardia. Junto con El Mundo y El Español, somos los medios que marcamos agenda. Luego, claro, El Diario tiene muy buena información de los partidos de izquierda o Podemos, otros tienen buena información de VOX, pero medios con los que tienes el panorama completo somos los primeros del ranking de ComScore.

¿Tiene otros proyectos empresariales en la cabeza?

Todo pasa por El Español. Si ahora mismo alguien me dijera que me vuelven a nombrar director de El Mundo a costa de dejarlo, mi respuesta sería que no. Uno de mis tres hijos ya quedó muy atrás y ahora sobrevive muy precariamente, pero no está en la primera división. Yo ya tengo dos hijos, y ahora al que me debo es a El Español.