Xurxo Torres: “Los medios deberían preguntarse por qué la sociedad está tan predispuesta a ser engañada”
¿Hasta qué punto estamos dispuestos a mentirnos a nosotros mismos? Esta es la pregunta que motivó a Xurxo Torres (Vigo, 1968), fundador y director general de la consultora Torres y Carrera, a escribir el libro que acaba de publicar.
Un mundo de mentira invita a comprender el fenómeno de los bulos y su efecto sobre la sociedad con una mirada crítica y «alejado de la autocomplacencia». DIRCOMFIDENCIAL charla con su autor.
¿Por qué “la sociedad vive aislada” a pesar de estar más conectada que nunca?
Porque la conectividad no es necesariamente sinónimo de conexión. Esta es una de las primeras paradojas que se abordan en el libro. Sí ha favorecido la multiplicación de canales, pero también ha tenido un reverso que ha propiciado el aislamiento, una soledad urbana.
Nos hemos alejado del contacto interpersonal y hemos perdido empatía. Queremos regodearnos en aquellas ideas que nos placen o en aquellos perfiles que coinciden con nuestra manera de ver el mundo, lo que provoca una pérdida de perspectiva y matices.
Defiende en el libro que el Estado debe contar con mayores herramientas para combatir la desinformación. ¿No teme que otorgar la arbitrariedad al poder de turno pueda ser contraproducente?
Sí. Es controvertido en términos ideológicos. Si lo llevamos a la interpretación de contienda electoral, que es la cultura en la que estamos inmersos, es muy mala idea. Pero lo planteo desde un punto de vista teórico, porque el Estado sigue representando el máximo poder. Más allá de quien gobierne, sí debería haber un compromiso, por ejemplo, en materia educativa, formando a los chavales en cultura informativa, enseñándoles a leer la realidad o contrastar fuentes.
Tenemos mucha información y desinformación, y es importante favorecer, si no el pensamiento crítico, la lectura crítica. Y eso es potestad del Estado. Los jueces pueden ratificarlo, el legislativo puede debatirlo, los medios pueden preconizarlo, pero al final quien tiene que tomar la decisión sobre el común de la gente es el Estado. Pero sí, desde un punto de vista práctico, puede sonar ingenuo, pero la sociedad está pidiendo a gritos más herramientas.
¿Cómo diría que ha evolucionado el poder de influencia de los medios de comunicación en los últimos años?
Los medios, afortunadamente, siguen teniendo poder, porque el equilibrio de poderes creo que es la forma más sana de mantener la democracia. Que los medios tengan influencia, independientemente de su línea editorial, es positivo. Creo que han sobrevivido al primer embate de la revolución tecnológica.
A partir del año 2000 todas las empresas editoras empiezan a volverse un poco locas con las ediciones digitales. Apenas habían llegado a dar con un modelo de negocio y llegaron las redes sociales. El problema de todo ello es que los medios han perdido criterio muchas veces, víctimas de la inmediatez que obligan las redes. Antes los medios eran centros de reflexión y ahora prima más el click. Y esta inmediatez puede jugar en nuestra contra. Tienen que evitar perder su esencia, porque si no te conviertes en un sicario de las redes.
¿Qué papel cree que deben ejercer los medios ante la desinformación? ¿Es preferible dedicar espacio a desmentir bulos, mejor omitirlos para no incrementar su efecto expansivo,…?
En el fenómeno de las noticias falsas la denuncia siempre es necesaria. Es más, creo que no es suficiente. Ahora bien, el problema no se subsana identificando la mentira sino preguntándonos porqué somos una sociedad tan predispuesta a ser engañada. Es una cuestión que los medios deberían formularse. La sociedad que estamos construyendo con esta dinámica es perezosa y vaga, de vagancia y de imprecisa, y proclive a creer cualquier cosa que le satisfaga. De esa manera no podemos construir respuestas contundentes a los problemas objetivos a los que nos enfrentamos.
“La polarización es un reflejo de una sociedad sometida al algoritmo”.
¿Cómo percibe la convivencia entre la prensa y las empresas tecnológicas?
Compleja, desde el punto de vista empresarial. Se está disputando un pastel, donde hay mucho vaso comunicante y espacios grises. Las tecnológicas al final siempre les puede la aspiración de convertirse en medios, el caso paradigmático es el de Elon Musk, que tenía cantidad de iniciativas empresariales y hasta que no se hace con su propio canal de comunicación no para. Todos los grandes magnates de las tecnológicas son conscientes de la importancia de crear clima y opinión, un espacio tradicionalmente de los medios de comunicación. A su vez, los medios también intentan entrar en terrenos más tecnológicos.
La polarización está marcando el clima político actual. ¿En qué medida diría que están los medios alimentando este fenómeno?
La polarización es un reflejo de una sociedad sometida al algoritmo. Las redes sociales cuando salen al mercado tienen un componente casi revolucionario. El problema estriba en que fueron devoradas por su propia inercia empresarial y tuvieron unos crecimientos económicos muy grandes. Eso le llevó a mecanismos que propiciaron que la conversación fuera antagónica. El bien común siempre hay que tenerlo presente para no perder el foco, ni pensar sólo en el aquí y ahora.
¿Qué nos puede contar del Proyecto Culebras, que menciona en el libro?
Proyecto Culebras surge de la desesperación del confinamiento. Cuando Trump invitó a los americanos a beber lejía para combatir el COVID-19, desde Torres y Carreras decidimos analizar este fenómeno junto a la Universidad Complutense. Como comprobamos que ya había iniciativas de identificación de bulos como Newtral, Maldita, … Se me ocurrió coger el modelo Orson Welles de dramatización de La guerra de los mundos y difundimos en redes cuatro mentiras para ver su comportamiento. Todas tuvieron un comportamiento espectacular. De hecho, dos de esos bulos saltaron de las redes a Telegram y Whatsapp. Ahí nos percatamos de lo que hay.
¿A quién recomienda especialmente el libro?
El libro está abierto a todo aquel que tenga un pensamiento crítico o en ciernes, crítico. Los profesionales de la comunicación, presentes y futuros, tienen ese perfil. El libro evidencia lo tontos que somos en general, como sociedad. Creo que es necesario enfrentarnos a ese reflejo. Por eso tiene un espectro de lectura bastante amplio, no es estrictamente un libro técnico.