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Joaquín Mouriz: BlueSky y la promesa de retorno al diálogo
Los cambios constantes en el ecosistema de comunicación digital son su seña identificativa. Mucho se ha hablado sobre el espacio digital que alguna vez prometió, o así quisimos creerlo, ser la gran plaza pública de nuestra era.
Ese lugar de encuentro que ensancharía las virtudes democráticas ha tenido, en algún caso, otros giros mediáticos. Twitter supo ser un “foro” que reunía los debates de las élites políticas, periodísticas y culturales de Occidente, sin embargo, hoy día las que eran aportaciones han devenido en pugnas agresivas, donde la crispación descontrolada es cosa de todos los días.
Discursos violentos, haters de todo tipo, bots y corrientes de desinformación organizadas han sustituido el intercambio de ideas auténtico, e intuyo que este no es el espacio que muchos imaginábamos cuando la red social del microblogging emergió como un hito en la comunicación global.
No es desmesurado decir que esta transformación podría ser un caso de estudio sobre cómo una plataforma puede extraviar su rumbo. La dinámica algorítmica prioriza el contenido más divisivo; a medida que los incentivos cambiaron, el diálogo cedió paso al ruido y el pensamiento quedó apartado. El giro hacia un modelo que prioriza estos contenidos es reflejo de una estrategia que busca maximizar el engagement a cualquier costo.
«Discursos violentos, haters de todo tipo, bots y corrientes de desinformación organizadas han sustituido el intercambio de ideas auténtico».
Es sabido además que el rebranding no hizo más que intensificar tales problemas; las decisiones respecto a la reducción en la moderación del contenido, el uso de datos personales para entrenar a su IA y el modelo de monetización que premia la controversia han terminado por empujar a muchos usuarios hacia la salida.
X ha perdido aproximadamente el 90% de su valor desde que fue adquirida. Asimismo, un estudio de la compañía estadounidense de marketing IZEA mencionaba ya en 2023 que un 56% de los usuarios que desactivó sus cuentas ha indicado que la dirección de Elon Musk ha sido influyente en su decisión.
Permitidme profundizar en esto. Con seguridad la polarización no es solo un problema de X; es un reflejo de aquellas fracturas sociales que estas plataformas logran magnificar y es un problema que no es nuevo y viene de largo.
La deriva es la predecible, cuando estos espacios de producción y circulación de noticias y opiniones alientan la ira y penalizan la empatía, no solo se degrada la comunicación digital, sino que se corrompe nuestra capacidad de escucha. Y la tónica agresiva, potenciada por los algoritmos, termina incrustándose en la vida cotidiana y en el torrente (des)informativo.
Otro corolario que conviene seguir de cerca es que la industria periodística ya ha comenzado a irse de X, son los casos de The Guardian, de Londres y La Vanguardia, de Barcelona, por citar dos ejemplos cercanos. Es inevitable no ver que este tipo de decisiones está documentando un cambio de época en las comunicaciones.
El pajarito perdió su ruta y la mariposa tomó vuelo…
En este marco, aparece la red Bluesky como un modelo distinto, apostando hábilmente por recuperar un ideal perdido, un entorno donde hablar y aportar sea posible de nuevo, ideas que resuenen con un ethos olvidado en las plataformas masivas.
Su claim, Social media as it should be, de entrada, lanza un guiño hacia la nostalgia de tiempos pasados. Aunque ya cuenta con más de 20 millones de usuarios, la red aún está dando sus primeros pasos. Veamos de qué va.
Compite de manera directa con redes como Threads y Mastodon, su interfaz es muy similar a la de Twitter y los diferentes apartados resultan fácilmente reconocibles, lo que reduce la barrera de entrada y adaptación de los usuarios que decidan migrar.
Actualmente es una plataforma libre de publicidad, y -por ahora- no parece haber intención de introducirla en el corto plazo.
«Aparece la red Bluesky como un modelo distinto, apostando hábilmente por recuperar un ideal perdido, un entorno donde hablar y aportar sea posible de nuevo».
Procedo con las observaciones. Todo parece estar estructurado y organizado de manera clara para garantizar una experiencia sencilla y sin complicaciones.
El objetivo primario de un ecosistema como este es compartir y conversar; podemos republicar (lo que era hacer un RT) y “citar” la reflexión que consideremos más oportuna.
Creo que al fin y al cabo es una manera de comenzar a regenerar esa conversación entre usuarios que hoy echamos en falta y evitar que la red de la mariposa se convierta en un encadenamiento de expresiones y elementos sin mayor valor añadido.
Pero nunca me cansaré de repetir que no hay que confundir la herramienta con el mensaje. Los usuarios tenemos una inmensa responsabilidad en la deriva de cualquier plataforma y si se hace lo mismo que antes, se sigue igual.
Recientemente, la directora de operaciones de la compañía, Rosa Wang ha dicho a El País que «está construido sobre un protocolo abierto, lo que permite que cualquiera lo pueda tocar, ya sea diseñando un feed propio o un servicio de moderación».
«Los usuarios tenemos una inmensa responsabilidad en la deriva de cualquier plataforma y si se hace lo mismo que antes, se sigue igual».
La intención es permitir que los usuarios puedan transferir a sus seguidores y llevárselos consigo si deciden abandonar la plataforma y, si un muro no les convence, pueden optar por cambiar a otro.
Aquí creo que está lo especialmente interesante, el introducir una variante de tipo ideológica-técnica en torno a los propios sistemas de funcionamiento de las redes sociales, al permitir un nivel de autonomía que descentraliza el control y desafía la lógica corporativa tradicional.
Este planteamiento es todo un manifiesto porque permite a las comunidades decidir sus propias reglas de moderación, rompiendo con la dinámica de un control absoluto desde esa especie de “púlpito” recordándonos los movimientos open-source de los 90 que desafiaron el monopolio de grandes corporaciones de software.
La comunicación auténtica en su legítima búsqueda
En otra dimensión del análisis, la propuesta evoca algo que muchos dábamos por perdido: un entorno donde las ideas puedan respirar.
Bluesky lucha por algo más intangible; reconfigurar el espacio para la expresión colectiva. Tiene la ambición -y el desafío- de nadar contra la corriente y necesita convencer a usuarios desencantados de que un cambio en estos aspectos es posible y sostenible. Todo esto tiene su costado positivo, pero por supuesto que el éxito de esta apuesta no está garantizado. Tampoco es del todo claro su horizonte.
En este contexto me surge una pregunta más sociológica. ¿Los usuarios tenemos interés en una conversación auténtica? Esto es importante si no queremos que se pierda la parte social que da nombre a eso del «social media».
Si Bluesky logra encontrar una masa crítica de usuarios comprometidos y transformar estas pautas que arrastramos, podría marcar el inicio de una nueva etapa. Caso contrario, puede pasar como una nota al pie en la historia de los procesos de mediatización.
X ha mostrado cómo las dinámicas de incentivos perversos pueden desgastar un entorno digital hasta convertirlo en una caricatura de su propósito original. Bluesky, en su gesta por un modelo más abierto y deliberativo de retorno de la agencia al usuario, nos recuerda que el cambio no depende solo de las herramientas, sino, como ya he comentado, de cómo elegimos usarlas.
«¿Los usuarios tenemos interés en una conversación auténtica?»
Con todo, pienso que quizá el mayor desafío sea cultural, el de reeducarnos sobre cómo relacionarnos en línea. Las redes sociales no son productos aislados, sino extensiones de nuestras dinámicas sociales, económicas y culturales, no lo olvidemos nunca.
El estadio actual de las redes sociales expresa un problema sistémico: la tecnología avanza más rápido que nuestra capacidad para diseñar reglas éticas que orienten su uso.
En mi opinión, el éxito de esta herramienta o cualquier alternativa no puede medirse únicamente en usuarios activos o métricas de crecimiento, sino por su capacidad para reintroducir prácticas de escucha y respeto en la discusión pública.
Hablo de recuperar la agencia colectiva para definir qué tipo de comunicación queremos promover y qué clase de espacio estamos dispuestos a construir para que eso sea posible. Es nuestra disposición como sociedad a dialogar lo que está en juego y no es, en absoluto, un reto menor.
¿Entendemos los usuarios la responsabilidad que tenemos?
Por Joaquín Mouriz, director de Marca, comunicación y experiencia cliente en BNP Paribas Personal Finance.