Los 4.500 euros de La Razón a Ignacio González frente a las ‘miserias’ del periodismo español

| 6 MAYO 2017 | ACTUALIZADO: 8 MAYO 2017 0:41

La prensa escrita ha llegado extenuada al final de la segunda década de este siglo. La situación que padece actualmente era impensable al comienzo de la centuria. Tras casi diez años de despidos, hundimiento desenfrenado de los ingresos (por circulación y publicitarios) y crisis del modelo, los diarios han hecho de la austeridad una realidad impuesta.

Esto no evita, sin embargo, que todavía perdure el recuerdo de aquellos tiempos en los que las redacciones acumulaban tantas facturas en conceptos de dietas como páginas tenía un ejemplar de periódico.

En esta perspectiva, ninguna circunstancia provoca tanto abatimiento entre los profesionales del sector como constatar lo mucho que se ha perdido en el terreno de las condiciones laborales. Durante un tiempo, cuando todavía no se asociaba la caída de la inversión publicitaria con la idea de un posible agotamiento del modelo de negocio, se llegó a argumentar que el deterioro de la salud de la profesión era, en parte, consecuencia de los contratos que había en los tiempos de vacas gordas. En otras palabras, que aquellos en los que las propietarias de diarios cerraban ejercicios con beneficios millonarios, los salarios eran un dispendio.

El temporal de la crisis se encargó de barrer lo que hasta entonces parecía natural y en orden. La máquina de los ajustes empezó a carburar con bajas voluntarias y prejubilaciones como prólogo de algo mucho peor. Más tarde llegaron los recortes salariales o, directamente, EREs. En la espiral de estas medidas, se redujeron drásticamente las tarifas de colaboraciones en medios escritos. Una actividad esta última que, a decir verdad, nunca se ha caracterizado por estar bien retribuida. Mucho menos a día de hoy donde, salvo contadas excepciones, los periodistas freelances lo tienen muy complicado para llegar a final de mes.

La retribución que percibía González por sus artículos en La Razón decuplicaban la tarifa más alta que, de media, pagan los medios escritos españoles a sus colaboradores

Una de esas excepciones, conocida esta semana, es la del expresidente de la Comunidad de Madrid Ignacio González. En prisión incondicional después de su detención en la operación Lezo, González percibió un sueldo de 4.500 euros mensuales por escribir dos artículos de opinión semanales en el diario La Razón.

Según han revelado unas escuchas grabadas por la UCO y publicadas por El País, el periódico dirigido por Francisco Marhuenda pagaba 600 euros al expresidente madrileño por colaboración. La relación de éste con La Razón comenzó en septiembre de 2015, con el texto ‘Qué quieren los catalanes’, y se cortó el 15 de abril de este año. Esto es, tres días antes de producirse su detención. En este tiempo publicó un total de 144 artículos en los que abordaba temas como la política o la unidad de España, tal y como se desprende de la información del sumario.

Si bien estas colaboraciones se entienden como parte del vínculo de La Razón con la Operación Lezo, la retribución que percibía González por artículo decuplica la tarifa más alta que, de media, pagan los medios españoles a sus colaboradores. En el caso de las más bajas es directamente veinte veces superior.

Y es que, de acuerdo con la tabla de tarifas que se maneja en el marco de la profesión, las publicaciones suelen pagar una media de entre 50 y 100 euros por una pieza de alrededor de 1.500 palabras. Dentro de esta horquilla, el precio final se negocia en función del soporte de la publicación (si es papel o digital) y en ocasiones de si va acompañada de fotografías. Tarifas que son calificadas de ‘miserias’ tanto por periodistas como por asociaciones del colectivo. Así, en el contexto de la política de austeridad que gobierna en toda la prensa escrita, González cobró por sus artículos diez veces más que firmas con una trayectoria dilatada y reconocida.

Aunque su caso ha provocado indignación dentro y fuera de la profesión, no es insólito. Conviene recordar que en febrero de 2014 saltó a la prensa que Ignacio López del Hierro facturó más de 12.000 euros mensuales a Blas Herrero por «servicios profesionales». El Confidencial probó, a través de una serie de facturas en su poder, que el marido de la presidenta de Castilla-La Mancha estuvo cargando esta cantidad, al menos hasta finales de 2013, a la sociedad mercantil que gestiona el patrimonio del dueño de kISS FM.

Evidentemente, estos dos ejemplos no hacen de la excepción una regla, pero sí ponen de manifiesto unas vez más que los padecimientos de los medios, aunque generales, son mayores en las redacciones que en las plantas nobles. En tanto que el empeño por mantener estos lazos con el poder dejan en agua de borrajas las medidas de ajustes aplicadas.

Como muestra de ello, las retribuciones que se mantienen en las comisiones de dirección de muchos diarios pese al manifiesto deterioro de la actividad editorial: las principales cabeceras generalista han perdido el suelo de los 100.000 ejemplares de difusión, un hito que se antojaba imposible hasta hace no mucho, y la publicidad digital que entra no compensa la que salió del papel.

Así las cosas, la prensa se sabe, además de muy tocada y sin la influencia de antaño, en un momento decisivo que depende de su capacidad para meter en cintura a sus principales rivales en Internet: Facebook y Google, que han conseguido hacerse con casi toda la tarta publicitaria. Si no lo gran reaccionar a tiempo, la solución más inmediata sería el cierre.

El periodista Enric González lo explicaba del siguiente modo en ‘Memorías Líquidas, libro que escribió tras su salida de El País: «Si se introduce una rana en una olla de agua fría y se calienta el agua poco a poco, la rana no hará nada por escapar. Se habituará al ascenso de la temperatura. Y acabará hervida».