Autocrítica y recuperar el prestigio: el diagnóstico del periodismo contra la posverdad

| 30 JUNIO 2017

La posverdad ha entrado tan de lleno en la vida pública y periodística que corre el riesgo de convertirse en algo consustancial. No es sólo que los medios sean perfectamente conscientes de la amenaza que supone este arraigo, sino que tras organizar infinitos debates en torno a esta cuestión han determinado el siguiente diagnóstico: mucha autocrítica y volver a las raíces.

«Ya no tenemos dinero, sólo prestigio. Y para mantenerlo hay que endurecer los estándares de control y rigor». Es la conclusión que arrojaba María Jimena Duzán, periodista de la revista Semana de Colombia, después de reflexionar durante casi una hora sobre el tema. La ocasión era de lo más apropiada: la jornada «Periodismo y posverdad» organizada por la Fundación García Márquez y el foro empresarial Futuro en Español con motivo del 15 aniversario de Vocento.

El mismo día en que la RAE anunciaba su intención de incorporar el término posverdad como un sustantivo, Duzán, Nacho Cardero, director de El Confidencial; y Juan Pablo Colmenarejo, director de La Linterna en COPE, hacían un examen de conciencia para determinar el nivel de contribución que ha tenido el periodismo en su propagación. En líneas generales, abundó la autocrítica por el descuido de la profesión en los últimos años.

«En el fondo el periodismo sí tiene que ver con la verdad», comenzaba diciendo Duzán para dejar constancia de la responsabilidad del periodismo en la reverberación de noticias falsas, sea como sea, creándolas o difundiéndolas.

Cardero tiro de este mismo hilo de la connivencia para plantear una readaptación de las autopistas de la información. Resumiendo: que a los periodistas no les ha importado permitir la circulación de la posverdad en sus carriles, hasta que la polución se ha vuelto insoportable.

En un tono algo más directo, Colmenarejo reconoció sin tapujos que hace tiempo que el periodismo renunció a los dos principios básicos de la profesión: informar y formar.  En muchas ocasiones, simplemente en pos del entretenimiento. «Deberíamos intentar un renacimiento de la profesión», ha recomendado antes de añadir que «la diferencia entre la posverdad y la verdad son los hechos». Mientras que la primera va a los sentimientos, la segunda apunta a la razón.

«Ya no tenemos dinero, sólo prestigio. Y para mantenerlo hay que endurecer los estándares de control y rigor»

De todo lo anterior se deduce que la perdida de credibilidad ha sido paulatina y que su origen se podría situar con gran certeza en la eclosión de la que ha sido la madre de todas las crisis en el sector. La pérdida de ingresos obligaba a los medios a intentar mantener su negocio ampliando miras. Internet era una ventana de lo más propicia pero, igual que un primer momento se asomaron a las redes sociales con curiosidad, más tarde lo hicieron por necesidad.

«Los medios lo hemos hecho mal imitando a Twitter y Facebook en la banalidad. Nos hemos metido en la burbuja de darle al público lo que quiere, pero la función social es trasladar al público lo que el poder no quiere», reconoció Colmenarejo. En otras palabras, enseñarle a discernir la información de periodismo por «muy difícil que sea no dejarse llevar por los bulos».

Todo lo anterior ha llevado a la audiencia a sentir una desafección hacia la labor de los medios. La receta para reconectar con los lectores -una de ellas- la planteó Cardero: «hasta que no nos demos cuenta de que el periodismo tiende a estructuras más reducidos y que tenemos un compromiso con el lector no mejorará nuestra situación».