Los medios y sus fobias

| 30 NOVIEMBRE 2015

El producto final de cualquier medio de comunicación que se precie está siempre estructurado, presentado y escrito de tal forma que el lector, espectador u oyente tienda a creer que está ante lo más relevante de lo que sucede, con la verdad como único criterio, y si el sesgo político o ideológico puede descontarlo sin problema un usuario medianamente sagaz, es fácil pasar por alto parcialidades no menos flagrantes pero sí menos notorias referidas a personajes y empresas.

Un medio es, sobre todo, un negocio, y un negocio que opera en un mercado especialmente incierto, en pleno proceso de cambio radical y con pocos modelos de negocio afianzados y medianamente seguros. La gratuidad que se ha impuesto como norma significa que los usuarios no son ya fuente directa de ingresos y la publicidad, cuando no el padrinazgo informal de grandes empresas, que siempre fueron importantes, es ahora absolutamente esencial.

Los medios tienden a tener filias y fobias, tanto personales como corporativas, y para un observador especializado es fundamental detectarlas. Hay casos, los menos, en que el director del medio ejerce un control carismático sobre el mismo y puede imponer inquinas y halagos por motivos absolutamente personales, pero no es lo común; lo normal es que haya un motivo empresarial detrás de la obsesión por tal personaje o cual empresa.

Lo normal es que haya un motivo empresarial detrás de la obsesión por tal personaje o cual empresa

Estos pueden ser de todo tipo, aunque es fácil deducir los más comunes: un gran anunciante habitual o un accionista tendrán siempre la alfombra roja en el medio. Por analogía, el sujeto que constantemente protagoniza malas noticias puede ser un rival directo de las corporaciones favorecidas, una cuenta publicitaria jugosa que se niega a entrar en los espacios del medio y a la que ‘se anima’ a hacerlo para que cese el flujo de informaciones negativas (práctica más común de lo que pudiera pensarse) o, sencillamente, un socio de los ‘otros’.

Ningún medio que se precie miente. El coste de una mentira directa es demasiado alto y las probabilidades de un desmentido son del ciento por cien en el entorno ultrainformado y sin umbral de entrada de las redes. Pero no hace falta cometer semejante torpeza; basta convertir las toperas en montañas, hacer noticias de primera lo que en justicia no merecería más que un breve, minimizar o incluso obviar las buenas noticias sobre el enemigo y acentuar y magnificar las malas. En el peor caso, insinuaciones, transmisión de rumores, análisis sesgados.

El público general puede ignorar tranquilamente estas obsesiones, pero para un profesional de la comunicación empresarial, que necesita tener una visión panorámica lo más precisa posible, el resultado puede afectar a decisiones de peso y perjudicar su trabajo. Por eso DIRCOMFIDENCIAL quiere explorar esas filias y fobias en los medios habituales online que son como ruido en la comunicación, engañosos y potencialmente perjudiciales para quien necesite estar precisamente informado.