Adolfo Lázaro: ¿Cómo hacer un buen videocomunicado?
La generalización de las redes sociales en el ámbito corporativo ha incrementado exponencialmente la utilización de los videocomunicados por parte de los presidentes o consejeros delegados para comunicarse con sus empleados, relegando a los formatos de comunicación más tradicionales. Frente a los comunicados internos o las cartas o correos, un vídeo es más directo, y crea una relación más estrecha y cercana con la audiencia. En empresas grandes, con multiplicidad de oficinas, el vídeo representa una herramienta idónea para llegar con la mayor inmediatez posible a una audiencia masiva y dispersa.
La utilidad del videocomunicado es además más acusada en momentos de crisis, cambio o transformación, en los que se hace necesaria una comunicación rápida y directa con toda la organización para trasladar la nueva estrategia, la visión empresarial, la respuesta ante un desafío, una reestructuración o un cambio trascendente. Es, en estos casos, en donde el vídeo sin duda gana por goleada.
El video trasciende la frialdad del comunicado interno y convierte al directivo en una persona de carne y hueso, y no una entelequia. Muestra a una persona real que se expresa con naturalidad ante sus empleados, con sus gestos, su voz, su entonación. Alguien que informa, se explica, argumenta, estimula o seduce.
Un vídeo es capaz además de comunicar en apenas unos segundos lo que hubiera requerido varios párrafos de escritura, es accesible a través de múltiples plataformas y posee una vertiente emocional de la que carecen otros soportes. La imagen resulta más convincente y persuasiva, fomenta la confianza y la lealtad.
Su perdurabilidad es además mayor que el correo u otros formatos comunicativos. Las estadísticas muestran cómo muchos empleados visionan los vídeos más de una vez y los comparten con sus compañeros.
La utilidad del videocomunicado es más acusada en momentos de crisis, cambio o transformación, en los que se hace necesaria una comunicación rápida y directa.
Sin embargo, un vídeo comporta también múltiples retos. Desafortunadamente, en muchas ocasiones, los resultados son frustrantes. Lo que se pretendía una comunicación directa, apelativa e ilusionante, se convierte a menudo en un mensaje plúmbeo, cansino, que distrae y ahuyenta a la audiencia. Una rémora en vez de «la mejor opción posible».
No todas las personas poseen la elocuencia o el carisma de un Steve Jobs o la inmediatez y autenticidad de un Barak Obama, un verdadero maestro en abrir el interior de la Casa Blanca y mostrar su tarea presidencial al estadounidense medio mediante un repertorio de vídeos cuidadosamente diseñados. Y es que con independencia del carisma o telegenia que pueda poseer un directivo específico, un buen videocomunicado no se improvisa o fabrica por arte de magia. Es preciso tener en cuenta las siguientes premisas:
– Preparación rigurosa: La buena comunicación nunca se improvisa. Hay que planificar concienzudamente la elección del entorno de grabación, la vestimenta que llevará el directivo, su postura. Hay que ensayar, ensayar y ensayar hasta conseguir que trasmita convicción.
– Huir del artificio: Lo que los empleados más valoran es una comunicación directa, personal. Un vídeo supereditado o con una postproducción apabullante (cambio incesante de planos o estética hipercuidada) puede finalmente lastrar su efectividad. La autenticidad suma y la afectación o el disimulo resta.
– Mejor unos mensajes que un guión detallado: Es preferible que el directivo interiorice los mensajes de manera que los pueda enunciar con sus propias palabras. Aportará mayor credibilidad. Los guiones rígidos no seducen.
– Lo bueno si breve…: Ya lo dijo Baltasar Gracián. El acierto se encuentra en la brevedad. Todo lo que exceda los tres minutos de duración conseguirá que la audiencia desconecte. En el caso de que no sea posible condensar todos los mensajes en un marco temporal tan reducido, es preferible hacer una serie de vídeos consecutivos, cuya emisión se puede espaciar en el tiempo.
– Apoyos complementarios: A menudo resulta muy útil la sobreimpresión en pantalla de mensajes que subrayan o sintetizan el discurso oral y que ayudan a fijar las ideas clave.
Hay que tener en cuenta que el vídeo del directivo no es la panacea de la comunicación interna. Es un formato comunicativo cuyo uso debe ponderarse por los responsables de comunicación. En ocasiones puede ser la mejor opción, en otras no tanto. Se debe recurrir a él cuando es capaz de generar mayor valor, credibilidad y confianza y una vinculación más íntima con los empleados. Si no es el caso, habrá que utilizar otras herramientas porque lo primordial del proceso de comunicación es que realmente esta se produzca.