«Los tentáculos de las Cloacas del Estado se ramifican en muchos lugares, también en los medios de comunicación»

| 16 FEBRERO 2018 | ACTUALIZADO: 19 FEBRERO 2018 9:01

El periodismo de investigación tiene un largo recorrido en España y su existencia está lejos de desaparecer. Periodistas reconocidos en esta especialidad y miembros de la recién creada Asociación de Periodistas de Investigación (API) se han dado cita en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid para hablar abiertamente sobre algunos de los grandes trabajos realizados en España y haciendo un diagnóstico de su estado actual.

En palabras de Antonio Rubio, periodista y presidente de la API, lo que busca un investigador es «lograr una sociedad democrática». Para conseguirlo y dar cobijo a aquellos periodistas dedicados a la investigación crean esta asociación que, en última instancia, quiere ser «un referente ético que consiga más transparencia, ética y formación; y menos presiones del poder político y económico».

Precisamente, lo que caracteriza un periodista de investigación es su predisposición a contar lo que otros no se atreven o no quieren contar. La palabra «frustración» es una de las que más suele acompañar a esta labor informativa, donde han coincidido varios de los ponentes, pero la recompensa del trabajo bien hecho y de llegar a la sociedad, a la opinión pública e incluso a las causas judiciales eclipsa cualquier posible obstáculo.

España es un país donde los proyectos a investigar son muchos y, generalmente, muy escabrosos, dificultando la propensión de los medios a publicarlos. Algunos de los más conocidos tienen que ver con la corrupción o los papeles tanto de Panamá como del Paraíso o la Castellana. Todos tienen un denominador común: alguien que ha insistido para que le dejen investigar, aunque te tachen de «loca», como le ocurrió a Pilar Velasco, de la Cadena SER, cuando pidió investigar a Ignacio González.

Antonio Rubio, periodista y presidente de la API: lo que busca un investigador es «lograr una sociedad democrática».

Pero si hubo un caso que especialmente impactó en el ámbito periodístico fue el conocido como las Cloacas del Estado. Aquí, una larga lista de profesionales de la comunicación se dejó atrapar por uno de los tentáculos de estas cloacas y, para Rubio, va siendo hora de «desatorarlas».

El entramado de filtraciones periodísticas al servicio del Estado lleva vigente desde la dictadura franquista, pero fue durante la Transición cuando cobró especial relevancia. Personajes como Mikel Lejarza, Francisco Paesa, Luis Morcillo o José Villarejo, uno de los últimos en caer, trabajaron bajo el mando del poder para obtener información privilegiada.

Los periodistas Ana Romero y Óscar López-Fonseca han sido algunos de los muchos que intentaron ser interceptados por esos tentáculos sin caer en su red. En concreto, Villarejo es el protagonista del último libro de Romero, El rey ante el espejo. En él relata su propia experiencia personal cuando el comisario Villarejo se acercó a ella para ofrecerle información sobre la conocida como princesa Corina y el rey emérito Don Juan Carlos de Borbón.

Su autoarrojado papel del «James Bond a la española sin licencia para matar, pero con licencia para operar de la manera que quisiese», unido a su largo rol de moonlighter entre 1995 y 2015 hicieron a la periodista rechazar la oferta. Para lo que sí le sirvió fue para darse cuenta de que «los tentáculos de las Cloacas del Estado son largos y profundos y se ramifican en muchos lugares, también en los medios de comunicación» y de que están plagadas de «sexo, dinero y poder».

A Fonseca también se le acercó un alto mando policial, ofreciéndole información sobre Xavier Trias, algo que su olfato le llevó a rechazar desde un primer momento. Las maneras de proceder y la insistencia para su colaboración, citando a otros periodistas que se prestaron a ello, ratificaron su decisión. Su principal razón: mantener la conciencia tranquila. «No merece la pena vender la ética por un par de titulares», concluye.

Investigar la corrupción

La corrupción política no es algo que se ha inventado en España, pero sí es un problema preocupa especialmente a la población. De hecho, ocupa la segunda posición en el ránking proporcionado por el último barómetro del CIS, sólo por detrás del paro y justo por delante de los políticos, según apuntaba Tomás Ocaña, vicepresidente de la API.

El caso Bárcenas, la Púnica, la Gurtel, Lezo, Malaya, cursos de formación… y una larga lista que ha copado -y seguirá haciéndolo- las páginas de los diarios nacionales. El papel del periodismo aquí es el de «sacar la realidad oculta a la luz», expresaba Marisa Gallero, a lo que Ana Tudela añadía que debe ser «una parte que luego haga a los jueces investigar«.

El problema principal al que se han enfrentado los periodistas de investigación en este terreno es a los llamados «intocables». Los empresarios son algunos de ellos, protegidos tanto por los medios como por la justicia. «Muchas veces los periodistas no apuntamos al corruptor porque cuando llega a disposición judicial el delito ha prescrito», señalaba Tudela. Algo que también ha ocurrido con las constructoras y ciertos políticos.

Pero todas las ponentes han coincidido que, pese a las dificultades, el trabajo sale y tiene su recompensa. La principal es ver cómo se ha impulsado la labor de la justicia, que en ocasiones incluso utilizan para sus causas las informaciones reveladas por los periodistas. Además, España es uno de los países que tiene abiertas grandes causas en los tribunales y, por su puesto, no hay nada mejor para ellas que ver como el tiempo acaba dándoles la razón.

La colaboración periodística

Las sociedades offshore no sólo revolucionaron a la opinión pública durante unos meses, sino que marcaron un antes y un después en el periodismo de investigación. La colaboración periodística nacional y trasnacional ha sido protagonista en el caso de los Panamá Papers y los Paradise Papers y se está convirtiendo en un seguro de futuro.

El papel del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) fue fundamental para poder poner en marcha estos proyectos, contribuyendo a ese cambio de mentalidad de «no quedártelo todo y compartirlo», como apuntaba Daniele Grasso. A partir de ahí, los mecanismos a su disposición, como una plataforma de búsqueda de la base de datos y un Facebook encriptado, unido al trabajo periodístico hicieron el resto.

La precisión con que se llevaron a cabo estas investigaciones no dejó ningún cabo suelto y esto se notó en las redacciones. El propio Grasso recibió llamadas de gente «preguntando si estaban en la lista», porque una vez que daban a conocer la información, los perjudicados sabían que no había vuelta atrás. Confiar en otros periodistas y trabar conjuntamente con ellos son las claves para conseguir estos logros.