WPP está en plena transformación para convertirse en un grupo más "horizontal", tal y como lo describe su máximo dirigente Martin Sorrell.
Si el título de ‘Sir’ le vino a Martin Sorrell por nombramiento en el año 2000, la estrategia, el activismo y la inquietud son rasgos de su idiosincrasia. Tras el control de un imperio de 15.000 millones de dólares y de la empresa de publicidad más grande del mundo, hay un trabajo de más de 30 años. El tiempo suficiente para adiestrarse en la tarea de dirigir, cambiar de aires aun cuando eres considerado ‘el tercer hermano’ y transmutar una compañía hasta convertirla en el paradigma de la comunicación a batir por sus rivales. O por lo menos a emular.
Sir Martin Sorrell (Londres, 1945), por la venia de la Reina Isabel II de Inglaterra, es un empresario inglés al que el mundo empresarial se le ha quedado pequeño tras darle varias veutlas. No es una observación personal. Su influencia transciende el terreno de juego de la publicidad y lo reconoce como uno de los millonarios más respetados a nivel mundial. Tanto es así que los resultados de WPP, el proyecto que define y engrandece su vida, sirven a menudo como barómetro de la economía general; al mismo tiempo que los comentarios de Sorrell en sus habituales entrevistas a los medios suelen interpretarse con severo rigor en el porvenir financiero.
Llegados a este punto, no resulta sorprendente revelar que la historia de WPP, si bien algo extensa, es inherente a la de su CEO. Sorrell nació en el seno de una familia judía y, si entonces resultaba apócrifo vaticinar que algún día sería nombrado caballero, no lo era intuir su proyección en los negocios. Como niño le fascinaban los informes de ventas y no dudaba en pasar los domingos acompañando a su padre en sus negociaciones por las tiendas de Londres. Esto explica que ya por entonces tuviera claro su lugar en el comercio, igual que lo tenían quienes, al verlo atender maravillado a las enseñanzas de su padre, situaban su futuro en Harvard. Así fue. El destino siguió mansamente su curso y, tras estudiar en la Universidad de Cambridge, obtuvo un MBA en Harvard.
Se podría decir que siempre ha sido el encargado de hilar y devanar el telar de su vida. Un telar que combina puntadas sutiles con otras más arriesgadas, pero nunca precipitadas. Los primeros hilos de su carrera arrancan en la firma Glendinning Associates y, algunos años más tarde, vendría una breve etapa junto al agente deportivo Mark McCormack. Es en la agencia Saatchi & Saatchi, a la que llega en 1975, donde la figura de empresario comienza a tomar hechuras. Como director financiero del grupo se encarga de arrojar las operaciones de adquisición, protagonistas de aquellos años, y que suele resolver mediante la fórmula del ajuste de precio (Earn-out); es decir, fijar el precio de compra de una empresa por parte de otra en función de los resultados futuros. Aquella desenvoltura en la agencia lo acerca a los hermanos fundadores y llegar a ser reconocido como “el tercer hermano”.
En 1985 Sorrell anduvo buscando una sociedad con acciones en la que poder entrar y cumplir su propósito de construir una empresa de publicidad y servicios de marketing. Con una templanza y decisión mayor de la que puede parecer, optó por comprar el 30% de las participaciones de una empresa dedica al alambre y a productos de plástico. Aquella sociedad, que llegó como una cosa más en la vida de Sorrell, era y es la actual WPP; la misma multinacional que en 2014 obtuvo unos ingresos netos de más de 11.000 millones de dólares, estuvo dedicada en sus inicios a la fabricación de cestas de metal.
En la atalaya de WPP, que se convirtió dese el principio en su terruño, Sorrell continúo las operaciones de adquisición, y en mayo de 2000 llevó a cabo la compra más significativa en la historia de la publicidad al hacerse con el control de la agencia Young & Rubicam. Ese año se produjo por tanto el advenimiento del honrado título de caballero inglés y, por otro lado, el surgimiento de la agencia de publicidad más grande del mundo.
El curso de años siguientes de ambos (lo mismo da referirse a Sorrell que a WPP) podrían resumirse en la compra de alguna que otra firma más, la merma en los resultados de los últimos ejercicios, que sin embargo resulta tan común en la crisis económica; y la compensación de 40 millones de libras que recibió el consejero delegado (él mismo) en 2014. Y así hasta hoy, donde seguiríamos pormenorizando la relación de uno y otro, que deben lo que son a una de esas razones que responde más al corazón que a lo comercial.
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