María González: Desinformación y tecnología: un reto para la verdad
La inteligencia artificial avanza y con ella el miedo a lo desconocido y a la falta de regulación. Pero realmente, las fake news y la desinformación no son un hecho inédito ni exclusivo de la era digital. A pesar de ello, han vuelto a capitalizar la atención de los medios (y de sus lectores) y se han convertido en uno de los hits de la actualidad. Las sirenas, el monstruo del Lago Ness, los unicornios o que Walt Disney esté congelado ha evolucionado a fotos del Papa con los brazos tatuados o a que las estelas que dejan los aviones en el cielo son parte de un plan de control mental, que puede modificar el clima o afectar las cosechas.
Este boom de desinformación estalló al mismo tiempo que la paciencia y estrés de muchos al estar encerrados durante la pandemia. Diversas teorías conspiratorias y múltiples fake news sobre las vacunas COVID llenaron las pantallas de todo el país. En esos instantes fue preciso pararse a reflexionar si confiamos en lo que sabemos o en lo que nos dicen, ya que la desinformación nos desafía a cuestionar y a elegir con sensatez. El filósofo surcoreano Byung-Chul Han destaca en su libro “Infocracia. La digitalización y la crisis de la democracia” que el frenesí comunicativo e informativo altera nuestra percepción de la realidad y ese aceleramiento nos priva de racionalidad. De esta forma tienen cabida todos los bulos y fake news propios de la desinformación. Como sociedad, debemos formarnos para tener una visión crítica de los hechos que no acontecen. Saber discernir entre moneda de 1 o 3 euros y hacer oídos sordos a titulares clickbait sobre la dieta definitiva para este verano o los orígenes de Santa Claus.
Cada vez es más frecuente recurrir a las redes sociales, como LinkedIn o TikTok, para estar informados, en lugar de estar suscritos a un diario digital y mucho menos comprar prensa escrita. No debemos perder la esperanza porque aún quedan personas que se resisten al cambio. Sin embargo, el ritmo vertiginoso del día a día hace que dedicar más de dos minutos a leer noticias sea misión imposible. Y se convierte en un reto mayor al disponer de un amplio abanico de opciones más concisas y dinámicas que, en apenas 30 segundos, te resumen las 5 noticias del día. También debemos tener en cuenta el efecto cámara de resonancia propiciado por las redes sociales: nos rodeamos siempre del mismo círculo. Lo que podría ser un espacio de conexión con la diversidad acaba convirtiéndose en un entorno donde los demás solo refuerzan nuestras ideas y las opiniones diferentes quedan fuera.
“La preocupación principal durante los próximos dos años es la desinformación”.
El cambio radical en la forma de informarnos y el gran avance de las tecnologías, han propiciado los casos de desinformación y fake news. Tanto que ahora hasta la BBC tiene un apartado en su web dedicado solo a noticias falsas. Ya lo advirtió hace unos días Ursula Von der Leyen en el Foro Económico Mundial de Davos, al que han acudido cerca de 2.800 líderes políticos y económicos de 120 países: “La preocupación principal durante los próximos dos años es la desinformación”. El informe presentado en este Foro en el año 2023, sobre los Riesgos Globales de enero de 2023 de Marsh McLennan y Zurich Insurance Group, ya advertía que una de las mayores amenazas de la pandemia y de la guerra en Europa era la polarización de las sociedades como consecuencia de la desinformación. También se reitera en la edición de este año 2024, que sitúa la desinformación en los primeros puestos de la categoría de tecnología, acentuada por el crecimiento de la inteligencia artificial generativa.
Es cierto que estos avances no pueden suplantar, o no de momento, a las personas. Ya lo explicó Aquarius en su anuncio, donde un robot realiza una entrevista a un humano y le dice que no hay nada que pueda aportar que los robots no hagan mejor, a lo que el humano responde que tiene algo que ellos no: ganas. Las ganas y los sentimientos pueden ser lo que más nos diste de una máquina que te responde a cualquier consulta en cuestión de segundos.
Escribir desde lo emotivo, aportar vivencias, datos precisos y conectar con la audiencia puede ser nuestro valor diferencial. Sin embargo, la periodista ucraniana Olga Yurkova destacó durante una charla TED en 2018 que «si una historia es demasiado emocional o dramática, es probable que no sea real. La verdad suele ser aburrida». Acaso la autenticidad reside en la simplicidad de la verdad, y no en la exageración emocional, será que, en nuestra búsqueda de impacto y conexión emocional, corremos el riesgo de perder la esencia genuina de la verdad.
Lo que sí está claro es que la desinformación es un gran problema actual y que estas tecnologías disruptivas necesitan algún tipo de regulación. Bastante difícil es ya discernir en el torbellino de informaciones que nos azota cada día como para que el nuevo player, la inteligencia artificial, tenga carta blanca en el asunto.