El ostracismo de las teles locales: sin el 95% de su publicidad durante la crisis

| 8 MAYO 2017 | ACTUALIZADO: 8 MAYO 2017 0:40

Hay una realidad televisiva paralela al dominio de Atresmedia y Mediaset, a la pérdida progresiva de influencia de TVE y los primeros pasos de los nuevos operadores. Se trata de las teles locales.

El impacto de su programación es más bien reducido. Lo que cuecen sus parrillas no suele tener mucho recorrido en las publicaciones especializadas ni se propaga por las redes sociales. Pese al ostracismo están ahí, en la TDT, ubicadas entre cadenas privadas o públicas de alcance nacional y regional.

En España la televisión local existe desde principios de la década de los ochenta. Las pioneras surgieron antes que las primeras autonómicas públicas y mucho antes que las privadas.

Es, todavía a día de hoy, la plataforma en condiciones de ofrecer los contenidos de mayor proximidad a la realidad de los ciudadanos, informando de aquello que ocurre en el entorno más inmediato. Asimismo, también es la que mejor puede contribuir a dinamizar el tejido de la industria audiovisual de la zona.

Si a menudo se cuestiona la necesidad de cadenas autonómicas públicas, en el caso de las locales este debate es una constante. Sean de titularidad privada o pública. A esta cuestión no han ayudado, precisamente, la presencia de emisora fraudulentas dedicadas a emitir pornografía, tarot o televenta bajo la etiqueta de local; ni la configuración del actual modelo de TDT.

No obstante, además de los problemas estructurales, es en su situación económica actual donde radica claramente las dificultades para sostener el modelo de negocio de estas televisiones, según expone el libro blanco ‘Televisión Abierta’ que ha desarrollado el Colegio Oficial de Ingenieros de Telecomunicaciones.

En este sentido, durante el periodo de la crisis económica (2008-2015) la inversión publicitaria en televisión local ha desaparecido después de caer un 94,8%, de acuerdo con los datos de Infoadex. Un dato que contrasta muy fuertemente con las modalidades de estatales en abierto, autonómicas o de pago que han registrado caídas del 32,36% y del 58,6% en el caso de las dos primeras y una subida del 28,2% en el de la tercera.

Todo lo anterior evidencia la sensibilidad de la televisión local a las depresiones económicas, en tanto que depende de la inversión publicitaria de pequeñas empresas y comercios locales. «Sin duda, el cierre de televisiones y la desaparición de grandes cadenas estatales ayudan a entender este descenso de facturación. Se genera así un bucle en el cual se cierran canales porque se facturan menos publicidad y el conjunto del sector genera menos ingresos por publicidad porque pierde efectivos emitiendo», valora el documento.

De este modo, los operadores de televisión locales muestran serias limitaciones a la hora de captar ingresos, sean publicitarios o ligados a contenidos paratelevisivos como el tarot o la televenta.

No obstante, la existencia de canales con ánimo de lucro y sin ningún carácter comunitario, cuando no son piratas, ha contribuido a calificar este sector como una ‘solución marginal’. Aun cuando en los últimos años se han denunciado la abundante presencia de emisoras ilegales, principalmente en Andalucía y en Cataluña, la escasa intervención del Estado tampoco ayuda a poner en valor esta modalidad. Todo lo anterior «les deja en una especie de limbo jurídico que dura desde los ochenta y que dificulta notablemente su consolidación y frustra su potencial como actor relevante en el ámbito local».

Cuestiones económicas aparte, las debilidades también afectan a su estructura. La AIMC ha realizado tres censos (en 1996, 1999 y 2002) en el territorio nacional, y todos indican una fluctuación en el número de emisoras. Por ejemplo, si en 1996 censó 881 televisiones, tres años después la cifra se redujo a 741 y en 2002 volvió a subir para elevarse hasta las 897. Así pues, los nacimientos y desapariciones habían sido constantes a lo largo de las tres décadas. Hacia finales del siglo, el cierre de Localia TV por parte de Prisa y de otras cadenas sostienen una precariedad tras la digitalización.