“En las redacciones escasea lo que era habitual en el diario Pueblo”
Fue una de las grandes escuelas de periodistas del último medio siglo en España, según relatan sus protagonistas. Raúl del Pozo, José María García, Arturo Pérez Reverte, Manolo Molés, Felipe Navarro [padre de la escritora Julia Navarro], Jesús Hermida, Rosa Villacastín, José María Carrascal o José Luis Balbín son algunos de los reconocidos cronistas que comparten en su trayectoria el orgullo de haber dejado huella en el histórico diario Pueblo, una peculiar redacción ambientada “entre whiskies, partidas de póker y una nube de humo de tabaco negro”.
Nido de Piratas (Debate) es el título del libro escrito por el periodista Jesús Fernández Úbeda (Ciudad Real, 1989), que recoge las visiones de reporteros que formaron parte de la cabecera. “Honrados mercenarios de la noticia, capaz de vender la virginidad de su hermana por una exclusiva, pero leales hasta la muerte a sus amigos y al periódico”, como describe en su reseña Pérez Reverte, quien además de haber propuesto al autor escribir un libro de estas características en una cena en La Latina junto a Supergarcía y Del Pozo, le sugirió el título con el que acabaría bautizando la obra.
Fernández Úbeda explica en DIRCOMFIDENCIAL que aceptó el reto de escribir el libro “con placer y vértigo”, y con el propósito de no acabar edulcorando la historia, una tendencia frecuente de quien la observa con el paso de los años. “He intentado no ofrecer una visión nostálgica, pero cuando entrevistas a unas 30 personas que estuvieron en un diario, algo de nostalgia sí queda. Desde mi voz, he intentado evitarla todo lo posible porque creo que la ubre de la nostalgia está ya seca”.
“Sin el diario Pueblo no se entendería el periodismo que se ha hecho de los años 60 hasta ahora”.
El autor opina que en las redacciones “hoy escasea lo que era habitual en el diario Pueblo”. “El reporterismo ya no se estila, ya no sé si por el modelo de negocio o por lo que demandan las audiencias. En Pueblo entró y se forjó una camada de reporteros fabulosos”, que llegaron incluso a rebasar los límites deontológicos, haciéndose pasar por médicos o monjas para acceder al epicentro de la noticia.
En Pueblo «había sensacionalismo y desinformación a punta pala», dice Fernández Úbeda. De hecho, el libro arranca con la descripción de cómo Felipe Navarro consigue fotografías del primer trasplante de corazón en España, realizado por el yerno de Franco, Cristóbal Martínez-Bordiú. En la hemeroteca del periódico, recuerda el autor, también se puede ver las fotografías de un hombre fallecido tras ser devorado por un tigre o leer entrevistas inventadas.
En este diario “había historias de primer nivel, que estaban contadas con una prosa tan atractiva y llamativa que hace cuestionar el periodismo pulcro. Pero es un periodismo bien hecho”.
El periodista millenial defiende que “sin el diario Pueblo no se entendería el periodismo que se ha hecho de los años 60 hasta ahora”. Una cabecera que nació en la última etapa del franquismo y duró hasta la primera legislatura de Felipe González, y que ha narrado acontecimientos clave en la historia de España.
Florece la democracia, se desvanece el diario
Al contrario que el habitual relato que sostienen testigos de los grandes periódicos en la Transición, en el diario Pueblo el ambiente en aquel periodo político “se intoxica conforme va avanzando la democracia”, según Fernández Úbeda.
Explica que “en el Pueblo de la dictadura había falangistas, comunistas, proetarras, demócratas, cristianos y gente que pasaba de la política y convivían en paz. Sin embargo, en el momento en el que llega la democracia hay cierta inestabilidad, sobre todo cuando se va el director Emilio Romero y dos o tres directores en poco tiempo. Hay un tiempo turbulento”.
Tras el golpe de Estado del 23-F, el diario Pueblo aprobó una reestructuración del 45% del personal, golpeado por su situación financiera. “Hubo un par de grandes despidos y la gente se enconaba en su ideología». Con todo este caldo de cultivo, el autor señala que «el diario murió porque tenía que morir”.
Pueblo puso punto final en 1984 y hoy, casi cuarenta años después y con una forma de hacer periodismo radicalmente distinta, Fernández Úbeda expone una selección de vibrantes recuerdos de aquella “pintoresca tribu de canallas sin dios ni otro amo que la fiebre del periodismo y la necesidad de llegar a fin de mes, por ese orden”, como describe su respetado reseñador.