The Economist padece por primera vez los efectos de la crisis publicitaria del papel

| 20 SEPTIEMBRE 2017 | ACTUALIZADO: 21 SEPTIEMBRE 2017 9:13

Los expertos suelen citar a The Economist como el paradigma del buen periodismo, uno de los pocos reductos donde la calidad de los contenidos, su análisis y profundidad priorizan el trabajo de sus periodistas.

También han sido objeto de casos de estudio sus campañas comerciales para incrementar sus suscriptores.

Sin embargo, lo que le iguala al resto de los medios de comunicación escritos son sus dificultades económicas, debido al desplome de los ingresos publicitarios, situación que -ahora sí- ha golpeado la economía de The Economist. En concreto, su beneficios del año pasado cayeron un 9%, pese a incrementar un 20% sus suscriptores.

Debido a ello, la estrategia del semanario pasa por depender cada vez menos de los anuncios. Así, la publicidad ya supone menos del 20% de los ingresos totales de la cabecera (en 2015 era el 23% y hace siete años, el 40%).

Ahora, la venta de ejemplares es más relevante para The Economist, pues es la responsable del 21% de la facturación y del 52% de los beneficios. Ha contribuido a ello el aumento de precio de la revista a principios de año.

En el lado positivo también se sitúa la versión digital, que ya recoge el 73% de los suscriptores de la cabecera, 10 puntos porcentuales más que el año anterior.

«Año doloroso»

En total, los ingresos de The Economist aumentaron un 7%, al alcanzar los 353 millones de libras. Pero los beneficios antes de impuestos cayeron hasta los 49,4 millones de libras, es decir, un 9% menos. Hay que tener en cuenta que se han beneficiado por el tipo de cambio. Sin un dólar tan fuerte, tanto los ingresos como los beneficios habrían caído un 3% y un 18%, respectivamente.

Desde la propia publicación señalan que «parece que hemos sido inmunes» al declive publicitario mundial durante los últimos cinco años, pero ahora asumen que «el virus finalmente nos ha alcanzado». De hecho, su presidente, Rupert Pennant-Rea, ha reconocido que «el año pasado fue doloroso».