El Gobierno coordinará con Bruselas cualquier iniciativa contra las fake news
Las noticias falsas no son un fenómeno, siempre han existido. ¿Qué ha cambiado para que se hayan vuelto tan relevantes? Básicamente, que ahora se propagan a tal velocidad que son prácticamente incontrolables, debido en parte a la digitalización.
«Es habitual en el ser humano presentar lo falso por verdadero en función de sus intereses, pero con la viralización provocada por Internet se nos ha ido de las manos», reconocía Rafael Moyano, director adjunto de El Mundo, en el foro de noticias falsas organizado por la Comisión Europea en España y la Asociación Española de Derecho del Entretenimiento.
La preocupación latente es que la cuestión de las noticias falsas ha ido creciendo hasta convertirse en un problema general. No sólo para los medios, que han visto afectada su credibilidad, sino también para gigantes como Google y Facebook y para los anunciantes que se ven asociados a este tipo de contenidos.
Incluso, ha llegado calificarse como un asunto de Estado en países como España, Francia o Alemania. En nuestro país el Gobierno ha pasado a considerarla una auténtica amenaza, pero de momento prefiere repartirse la carga de responsabilidad con los medios.
Según Mira Milosevich-Juaristi, investigadora del Real Insituto Elcano, «detrás de una desinformación hay una estrategia con fines políticos e intereses económicos»
Al fin y al cabo la creación de este tipo de bulos, o desinformación, como apunta Mira Milosevich-Juaristi, investigadora del Real Insituto Elcano, atañe a todos porque «detrás tiene una estrategia con fines políticos e intereses económicos». Bastante efectivos, a juzgar por la repercusión que han tenido en el resultado de ciertas campañas internacionales.
El ascenso de las noticias falsas puede entenderse por tres factores, según Francesc Vallés, director de Asuntos Regulatorios y Públicos de Hill+Knowlton Strategies. En primer lugar, destacó la desaparición del elemento de comparación, puesto que el rigor se ha visto resentido por la abundancia informativa actual.
Por otro lado, Vallés aludió a la pérdida de credibilidad de la fuente y de la desintermediación. «Entre un suceso y cómo nos llega a nosotros no hay nada. Ya no se necesita un filtro ni un medio para fijar posiciones», ha argumentado tomanando como ejemplo la estrategia de Donald Trump de expresarse a través de Twitter.
Los puntos expuestos anteriormente permiten concluir que, si bien se ha trasladado el eje de confianza a los distribuidores de contenidos, no se ha sustituido la responsabilidad de la misma manera. «Al no ser Facebook y Google medios no se les puede exigir los mismos requisitos», ha puntualizado Vallés.
«Populismos digitales»
Ante esta situación, a los gobiernos no les queda otra que dibujar proyectos de regulación para atajar «los populismos digitales», tal y como ha anunciado el secretario de Estado de Sociedad de la Información y Agenda Digital, José María Lassalle.
En este sentido, Lassalle ha avanzado que el Ejecutivo reaccionará reforzando la ciberseguridad en el marco de su estrategia para la transformación digital. «La transformación digital no puede hacerse si no se da dentro de un entorno de ciberseguridad, y ésta implica también protegernos frente a mecanismos de desinformación como las ‘fake news'», aseguró.
Más allá de este anuncio, no hay nada concretado. El mismo secretario de Estado ha precisado que la iniciativas a trabajar se deben «consensuar» dentro de la Comisión Europea. En Bruselas están pendientes de conocer los resultados de la consulta pública que impulsaron hace unas semanas para recabar información sobre este tema.
Una vez se dispongan de los datos, tocará impulsar la relación de propuestas y relaciones. Entonces ya se verá si se impulsan iniciativas del tipo regulatorio o legislativas.