La reestructuración de Hearst España deja sin dividendo a sus accionistas
Hearst España pierde fuelle tras años remando contra viento y marea. El hecho de contar con un amplio y reconocido catálogo de revistas con presencia mundial no ha evitado el progresivo desgaste de su actividad empresarial.
Entre 2010 y 2018 el negocio de la editora de Cosmopolitan, Lecturas, Elle o Esquire -por citar algunas publicaciones- ha quedado reducido a la mitad en nuestro país. De los 109,6 millones de euros que facturaba a comienzos de esta década ha pasado a los 56,3 millones el año pasado. Esta última cifra representa una caída del 6,7% respecto al 2017.
La compañía obtuvo 21,9 millones de euros por ventas en quiosco y suscripciones, lo que representa un descenso interanual del 10%; mientras que por publicidad ingresó 34,3 millones, un 5% menos.
Pese a tratarse del primer ejercicio con Esquire en su catálogo de edición -antes estaba en manos de SpainMedia-, 2018 fue bastante complicado para la filial española del grupo Hearst. Por ejemplo, a mediados de año anunció por sorpresa el cierre de La Revista de Ana Rosa (AR) tras 17 años.
La situación no mejoró el resto del año, puesto que a partir de junio la sociedad puso en marcha un proceso de reestructuración que comenzó con la ejecución de ocho despidos en Fotogramas y la centralización de su edición en Madrid. Meses después, en noviembre, se prescindió de otros siete trabajadores por la tendencia negativa de la empresa.
La editora reconoce en su último informe económico que estos despidos formaron parte de un plan de bajas que se contempla seguir aplicando durante el 2019. De esta forma señala que en el momento de la formulación de cuentas el coste por indemnizaciones ascendía a 752.272 euros durante el presente año, frente a los 3,2 millones registrados durante el 2018.
En conjunto, los gastos de personal ascendieron a 28 millones de euros, 2,4 millones más que el año anterior. Si se tiene en cuenta que los gastos de explotación llegaron a los 16 millones (+23%), Hearst España cerró el ejercicio con un resultado negativo de 3,5 millones. Números rojos que contrastan fuertemente con los beneficios de 4,4 millones que obtuvo en 2017.
La caída en la senda de las pérdidas privó a los accionistas norteamericanas de un suculento dividendo por primera vez en mucho tiempo. La lluvia de fondos de los últimos años, en los que las aportaciones de la filial llegaron a los 56 millones de euros gracias en parte a una importante reducción de capital, dejó a los socios de la matriz sin su aportación anual.