Luis Arroyo: Altura de miras en la oratoria contemporánea

| 22 ENERO 2018 | ACTUALIZADO: 17 AGOSTO 2022 14:19

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Dircom.org

La reina de Inglaterra acaba de contarnos, en una entrevista con la BBC, el problema de llevar puesta su corona. Pesa demasiado (un kilo y trescientos gramos). De modo que, cuando tiene que llevarla, en la sesión solemne de apertura del Parlamento, no puede leer su discurso con facilidad. “No puedes mirar hacia abajo para leer el discurso; tienes que levantar la cabeza. Porque si lo haces, el cuello se te puede romper. Las coronas tienen algunas desventajas, pero por lo demás son una cosa bastante importante.»

Aunque el rey de España no usa la corona nunca, sí conoce cuál sería la solución adecuada para Isabel II, como para cualquiera que quiera leer un discurso sin la penosa servidumbre de tener que bajar la mirada para mirar el papel. El secreto es el teleprompter de discursos, que Felipe VI utiliza, por ejemplo, en su más importante discurso anual, el de los premios Princesa de Asturias.

Se trata de esos dos espejitos, apenas perceptibles por la audiencia, que se colocan a ambos lados del orador, formando con él un triángulo. El público en general siquiera sabe de qué se trata. Probablemente piensa que es un aparato para el sonido, o incluso alguna medida de seguridad. En realidad, quien lee ve sobre las pantallas el texto, que va apareciendo con el control del propio orador, o de un tercero.

Para quien escucha, la sensación es mágica, porque observa a alguien que habla “sin leer”, mirando directamente a su público. Parece algo menor, pero no lo es. Decimos de alguien abrumado, acobardado o entristecido, que está “cabizbajo”. Exigimos franqueza a una persona, reclamándola  “mírame a la cara”. Hablamos metafóricamente de una líder o de un líder inspirador, señalando que tiene “altura de miras”. No hay comparación entre las imágenes de una personalidad encerrada en un papel y las de alguien que mira directamente a su público.

«No hay comparación entre las imágenes de una personalidad encerrada en un papel y las de alguien que mira directamente a su público».

El teleprompter de discursos es un invento con más de cincuenta años de historia. Alguien lo trasladó de los platós de televisión estadounidenses a los escenarios presidenciales. Desde Eisenhower, en 1954, hasta Trump, lo han utilizado todos los presidentes. Hoy lo usan habitualmente once de los 17 presidentes de América Latina y la mayoría de los líderes políticos del mundo. En España fueron pioneros hace ya más de una década Esperanza Aguirre en el ámbito político, y Emilio Botín en el empresarial; y la utilización se está extendiendo a buen ritmo (los presidentes autonómicos Cifuentes y Urkullu, los directivos empresariales de buena parte del Ibex 35, etc…). Cuando la ciudad de Madrid defendió en Buenos Aires su candidatura como anfitriona de los Juegos Olímpicos, toda la delegación española, con una excepción, utilizó el aparato (desde Pau Gasol a la alcaldesa de la ciudad – que leyó de los espejos su famoso “relaxing cup of ‘café con leche’ at Plaza Mayor”). La excepción fue Mariano Rajoy, que prefirió bajar la mirada al papel.

Quizá el presidente cree que es demasiado artificial leer de dos espejos y no lo es leer mirando un papel. Se trata de un argumento peculiar, pero frecuente. Acostumbrados durante milenios a ir leyendo de pergaminos o papeles, nos cuesta romper la rutina. Pero lo cierto es que para el público importa poco si el orador lee o no lee, si memoriza su texto todo o en parte, o si tiene algunos apoyos del tipo que sean. El público quiere ver y sentir – en el lugar o en la televisión – que quien se dirige a él o ella lo hace con fuerza, con emoción, con frases bellas e inspiradoras, con una buena entonación, con el lenguaje corporal y gestual adecuado y dirigiendo la mirada al público. En discursos que han de ser leídos – y los mejores discursos de la historia fueron leídos, y hay muchos cotidianos que no pueden dejar de serlo – el teleprompter es una herramienta maravillosa.

Confieso que tengo un interés personal y casi enfermizo en el asunto. Mis colegas y yo llevamos más de una década utilizándolo con nuestros clientes, con quienes fueron nuestros jefes y con nuestros amigos y amigas oradores. En la política, en la sociedad, en la empresa y en la Universidad. Incluso hemos patentado un prompter portátil que ahora fabricamos y vendemos, alquilamos o prestamos a quien lo necesita. Se llama Prompter in-a-box (www.prompterinabox.com). Hemos tratado de dotar a la oratoria de nuestro tiempo, allá donde podemos, de altura de miras. Y funciona.

Luis Arroyo impartirá el ‘Taller de oratoria con teleprompter’, organizado por Dircom, el próximo 26 de enero a las 12 horas en la sede de la CEOE en Santa Cruz de Tenerife.